12.10.09

El platónico Antauro

La filosofía griega tiene discípulos inesperados. Ayer, leyendo en La República la entrevista de Edmundo Cruz a Antauro Humala, me percaté de cuán honda puede ser la huella de Platón.

Esto ocurrió a la luz de dos libros: Carta abierta de Woody Allen a Platón de Juan Antonio Rivera, catedrático español de filosofía (editorial Espasa Calpe, Madrid, 2005), y El holocausto nazi, de Florencio Jiménez Burillo, catedrático de psicología de la Universidad Complutense de Madrid (editorial UOC, Barcelona, 2007). Allí se ven el origen y las consecuencias de la idea de selección estatal de las personas, idea formulada por Platón en su libro República.

Como es sabido, Antauro propone que se otorgue privilegios ciudadanos a los individuos de piel cobriza. No ha explicado cómo se hará para identificar a los que son cobrizos o no.

Por lo pronto, ¿es él un cobrizo legítimo o un despreciable misti?

El Programa Oficial del Partido Nazi, aprobado en Munich el 25 de febrero de 1920 proclama:

“Nadie, fuera de aquellos por cuyas venas circule la sangre alemana, sea cual fuere su credo religioso, podrá ser miembro de la Nación. Por consiguiente, ningún judío será miembro de la Nación”.

Hitler tenía un asesor para determinar quién era ario y quién no: según el joven médico Joseph Mengele, la marca de pureza eran los ojos azules y los cabellos rubios.

¿Cuáles serían, bajo Humala, los signos exteriores de pureza?

Otras preguntitas: ¿Era Andrés Avelino Cáceres hombre cobrizo? ¿Lo era José Carlos Mariátegui? ¿Ciro Alegría lo era? ¿Lo era José María Arguedas?

El filósofo Rivera, con punzante humor, presenta a Woody Allen matándose de la risa por las ideas de Platón. La epístola ficticia está fechada a mediados del siglo XXI.

Un dios, sostiene Platón en República, puso oro al generar a los capaces de gobernar (los dueños de esclavos, sin duda). En la sangre de los soldados, en cambio, puso plata, y en la de los labradores y artesanos, hierro y bronce.

Platón propuso que el derecho a copular y tener descendencia se concediera ante todo a los mejor dotados física e intelectualmente. ¿No estará allí el origen de esos venusterios que los nazis crearon para que bellas rubias se acostaran con miembros selectos de la SS?

Reflexiona Rivera: “Como suele ocurrir, los mayores amantes de la humanidad en abstracto son quienes mejor saben menospreciar a los individuos de carne y hueso que alientan a su lado”.

Dice también el español: “Estoy asombrado; de verdad, no entra en mis cabales que los filósofos te sigan considerando casi como su santo patrón, tras leer semejante sarta de atrocidades”.

Antauro se fija en la piel, no en la conciencia.

Me hace pensar en Platón, Hitler y ciertos regímenes y personajes que se dijeron revolucionarios y terminaron siendo despóticos.


LA PRIMERA

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