26.2.09

Acabar con el relajo

Por la salud de la seguridad interna (ciudadana) y en aras de la dignidad policial, le deseamos éxito a la ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, en las medidas radicales que necesita aplicar para transformar el deprimente panorama que exhibe hoy su sector, donde hay, por supuesto, honrosas excepciones. No obstante, lo concreto es que cuando la entidad encargada del orden público se debate en medio de serias dificultades para articular la marcialidad que le es inherente, y para cumplir las sólidas bases morales que la inspiran, no queda más remedio que introducir una reingeniería profunda. Parte de esta tarea consiste en infundir disciplina, más disciplina y absolutamente más disciplina a las filas de la Policía.

Sin embargo, basta señalar que las normas administrativas disciplinarias que deberían velar porque se investiguen y sancionen efectivamente las faltas que comete el personal policial, adolecen de trampas, ambigüedades e inconsistencias. Esto al final del día acaba salvándole el pellejo a quienes protagonizan hechos reñidos contra la función policial. Es inadmisible que un subalterno o un oficial pillado en alguna falta, pase meses en medio de inofensivas citaciones o apelaciones, y al cabo de un largo proceso interno termine libre de polvo y paja. Esa práctica generalizada al interior de la PNP revela que no existe un serio régimen disciplinario, ya que se fomenta el relajo, y se inhibe a quienes quieren denunciar situaciones administrativas –y hasta delictivas– haciendo que todos practiquen un falso espíritu de cuerpo que premia al corrupto y facilita la impunidad. Y cuando hay sanciones, éstas resultan generalmente leves o permisivas pues al poco tiempo concluyen con la reincorporación del sancionado

Por ello se ve con frecuencia a policías ebrios ocasionando accidentes automovilísticos, o atentando a mano armada contra ciudadanos o contra otros agentes, o apareciendo mujeres de la institución policial filmándose desnudas con la cámara de algún celular. Es decir, no se guarda la compostura dentro de los cuarteles. Y estos casos son minúsculos frente a hechos tan graves como policías alquilando armas de asalto a las bandas criminales, o robando la gasolina que se les asigna para resguardar la ciudad. De manera que frente a este desgobierno hace bien la ministra Cabanillas anunciando que se modificará la Ley del Régimen Disciplinario de la Policía Nacional para hacerla más severa. Es más, la lideresa del portafolio del Interior también ha señalado que el reglamento de esa ley “es blandengue, muy permisivo, relaja la disciplina” y que por esa razón también deberá reformularse.

Varias veces advertimos estas –y otras– deficiencias en asuntos internos de la institución policial, en la inspectoría general y en los tribunales administrativos territoriales de la PNP. Por eso se justifica una revisión urgente y a fondo de los reglamentos policiales para ajustarlos a la realidad de una institución honorable al servicio del país. Este papel es el que le toca a la PNP, y no otro indecente o deshonesto. En consecuencia, respaldamos a la ministra del Interior para que, en las próximas semanas, cumpla el cometido de reformar las normas concernientes al régimen disciplinario policial, donde el personal no es otro que aquél integrado por servidores públicos, concepto que no debería olvidarse.

EXPRESO

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