19.2.09

Tener el gobierno pero no el poder

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y GOBERNABILIDAD

Por: Ernesto Velit Granda Analista político

Las concesiones que viene haciendo el presidente de Estados Unidos a la oposición republicana parecen confirmar que una cosa es tener el gobierno y otra tener el poder.

La inclusión de tres destacados líderes republicanos en el gabinete Obama forma parte de una negociación obligada por las circunstancias de tener mayoría demócrata en la Cámara de Representantes pero no en la de Senadores. Este precio le asegura al presidente la tranquilidad para llevar adelante un proyecto político comprometido durante la campaña electoral. Y esas son, finalmente, las condiciones que impone la democracia y con ella el respeto a la palabra empeñada.

Este comentario lo hacemos a propósito de algunos acontecimientos políticos de nuestro paisaje nacional, en los que el Gobierno ha demostrado su total incapacidad para resolverlos por el prurito de enfrentar los problemas con los exclusivos recursos de su propio partido y, por consiguiente, ignorando la existencia de personas calificadas pero ajenas al entorno oficial.

Las dificultades para cubrir cargos de responsabilidad pública recurriendo solo a los allegados convierte la tarea en un ejercicio de mezquindad política que daña la imagen de quienes gobiernan, expone al país a la llegada a esos cargos de improvisados y mediocres y hace más notoria la carencia de cuadros idóneos en las filas del partido oficialista.

Gobernar con todos, como lo reconoce la democracia participativa, es inscribirse en la nueva lectura de la democracia, es recoger experiencias ajenas y trasladarlas a nuestra realidad, es cosechar las prácticas exitosas e incorporarlas a nuestro escenario.

Hace poco escribimos sobre la importancia de gestar un pacto político y social que, a invitación del Gobierno, convoque a las fuerzas más representativas del país y a las personas a quienes se les reconozca calificaciones para responsabilidades públicas que no deben demorar en ejercerse.

Solamente señalaremos el fracaso en la reconstrucción de los daños provocados por el terremoto del 2007 como muestra de incapacidad, de insensibilidad, de limitaciones aberrantes al ejercer la tarea de gobierno. Podríamos seguir con la lucha anticorrupción, la elección del contralor, la reforma educativa, la reforma policial, la investigación de delitos que rozan al Estado, el tratamiento a la inseguridad ciudadana, y muchos más.

Dijimos en aquella ocasión que los nuevos vientos políticos y económicos reclaman nuevas lecturas, visiones modernas, relevos de los que fracasan. Sugerimos, también, que si el Gobierno no lo hace, la oposición, sea Lourdes u Ollanta, podrían plantearlo de abajo hacia arriba, con objetivos claros como la defensa de la institucionalidad republicana, la participación organizada, el fortalecimiento de la gobernabilidad, todo lo que interesa a todos.

¿No es, acaso, por ejemplo, una oportunidad única juntar esfuerzos, de los que gobiernan y de los que aspiran a gobernar, para enfrentar la crisis financiera y sus consecuencias? Nunca el pacto social y político fue más necesario que ahora. La reforma social, que no levanta vuelo, es terreno propicio para conjugar voluntades. La crisis alimentaria, ignorada por las grandes potencias y denunciada por la FAO, ya provocó olas de hambrientos en muchos lugares del orbe.

Las relaciones humanas y el sistema político tienen que replantearse, si pretendemos formar un nuevo hombre, más justo, más social, más solidario. Pero vemos que hay ausencia de sentido creador, los ciclos de mediocridad se repiten, los valores se opacan mutuamente.

Esperamos que esa convocatoria llegue por algún lado, de lo contrario la fractura social seguirá profundizándose y quienes gobiernan continuarán añorando el poder.

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