23.2.09

Cabanillas: ver para creer

Si la juzgamos por sus antecedentes, Meche Cabanillas no ha sido una buena aprista, ni mucho menos una eficaz ministra. Lo primero porque anduvo alejada del APRA durante la mayor parte de la década de los 70, debido al apoyo que le prestó a la dictadura velasquista cuando era universitaria, incluso firmando comunicados en contra de las autoridades apristas de la Villarreal. Eso irritó muchísimo al mismo Haya, lo que motivó su ostracismo partidario, el cual acabó tras la muerte del Viejo y los buenos oficios del dirigente histórico Ramiro Prialé para reintegrarla a Alfonso Ugarte.

Cabanillas por supuesto que niega esto (¿qué le queda? Le debe dar vergüenza y no tiene la honradez, como muchos políticos, intelectuales y periodistas de su generación, de admitir y pedir perdón por su colaboracionismo con esa dictadura) y saca para defenderse una foto hecha al día siguiente del golpe velasquista, donde encara a un policía con la Constitución, pero ese hecho fue anterior a todos sus posteriores devaneos universitarios velasquistas.

Y como ministra de Educación durante el primer alanismo (la que más tiempo ocupó ese cargo, al cual accedió dos veces) fue un desastre, de las peores que pasaron por esa cartera, del nivel de los generales de la dictadura Carpio Becerra (que destrozó con la reforma educativa y varias medidas más –como prohibir y limitar a los directores y profesores extranjeros- la instrucción privada para igualarla a la pública en lugar de elevar a la segunda. Ni gusto tenía, porque impuso un uniforme único espantoso con su color rata e incomodísimo: la chompa no abrigaba, las medias se pegaban a la planta y los dedos de los pies, el pantalón arañaba, los zapatos se rompían al tercer recreo, los ponchos resultaron un fiasco y pobre de ti si sudabas con esa pegajosa camisa. Una mierda total que aguanté largos años. ¡Vívidos recuerdos infantiles! Debieron poner otros colores, pantalones tipo blue jean, calzado tipo zapatillas, sudaderas, polos, ropa más amigable para vestir y jugar y menos depresiva para los niños), Eléspuru (aquel que junto a su asesor Julio Corazao -finado religioso que como inútil director hizo puré del otrora excelente, excelso nivel académico de mi colegio Santa María- tuvo la brillante iniciativa de poner al 11 como nota aplazada para elevar la calidad educativa, creyendo que con eso arreglaba todo. Por supuesto que tuvo que retroceder de su peregrina iniciativa) y Guabloche (que fue hasta acusado de haber montado un bulín en sus oficinas ministeriales).

Cabanillas contrató a 80 mil ignorantes como profesores estables sólo por partidismo, aparte de rendirse incondicionalmente al SUTEP en todo y llegar a otorgarles 300 conchudas y abusivas licencias sindicales, que recién se les ha quitado hace poco tiempo. Como cereza, puso a la entonces desconocida Laura Bozzo como jefa nada menos del Instituto Nacional de Cultura (sí, aunque usted no lo crea, ese perverso fenómeno contracultural de los 90 dirigió al máximo organismo encargado de la cultura peruana. ¡Plop!).

Por eso no espero mucho de ella en el Interior. El que sea achorada y lisa no es garantía de nada. Apuesto a que se va a chupar con la CGTP y las algaradas de los rojos, los altos mandos policiales se la van a almorzar, se va a acomplejar con las ONG caviares como la figuretti Beatriz Merino (que ahora ya está metiendo sus narices en esta cartera),

no va a tercerizar la salud, la farmacia, el mantenimiento de flota y los demás servicios para controlar la corrupción…

Veamos si el refrán perro ladrador, poco mordedor se vuelve a cumplir.

CORREO

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