15.2.09

Sigue siendo el rey

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Una consecuencia de la debilidad del Estado.

Quizá el presidente Alan García no se haya dado cuenta del daño significativo que sus decisiones sobre el ‘caso Petrotech’ le han hecho al avance indispensable del fortalecimiento del marco institucional para la promoción de la inversión privada.

Las reglas básicas de este proceso consisten en, precisamente, unas reglas básicas de cumplimiento obligatorio, sin distingo de quién sea el inversionista, con la excepción de casos que deben estar precisados, de antemano, en las normas.

En ese marco es inaceptable que la autoridad política pueda decidir, con discrecionalidad, por encima de las reglas, quiénes pueden incursionar en un negocio –y quiénes no– en función de sus simpatías personales o beneficio particular. Esta posibilidad constituye un hecho sumamente perjudicial para el desarrollo de una actividad empresarial sana y moderna.

Las últimas semanas han dejado, lamentablemente, la sensación de que si bien existen reglas relativamente claras para la inversión, en el Perú el capitalismo realmente existente se cocina de otro modo y se decide en otros ambientes –suites de hotel, salones palaciegos, etcétera– que no son, en todo caso, los de la competencia en el mercado.

Para un presidente como García, quien ha sufrido la transformación profunda de anticristo de la inversión por el desempeño nefasto de su primer gobierno, a campeón empresarial en su segundo período, lo sucedido en las últimas semanas marca un serio retroceso, tanto por lo escuchado en los ‘petroaudios’ como por las decisiones que él mismo ha tomado.

Lo que en esencia ha traslucido el Presidente es que, cuando a él se le mete una idea en la cabeza, no lo para nadie y que entonces cree concentrar, en su persona, los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, una especie de Rey Sol con música de ‘sigo siendo el rey’ al fondo, que puede actuar, simultáneamente, como estadista, asesor de negocios, juez y congresista.

El que esto sea posible es consecuencia de muchos factores pero quizá el más importante sea un Estado débil y sin capacidad de hacerse respetar e imponerse ante el mangoneo de los que pretenden que prevalezca el ‘quién’ antes que el ‘qué’.

Como los inversionistas que les gusta hacer negocios por la puerta falsa, y los políticos con vocación de aprovechar esta fragilidad del Estado para saltarse leyes y procedimientos si las cosas no salen como ellos quisieran. No son pocos los que actúan de ese modo en el Perú.

Esto es posible porque tenemos poco Estado, lo que no significa que deba ser más grande, sino más fuerte, justo y decente, algo que todavía tenemos que conseguir en el país.

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