15.2.09

No los dejes caer en la tentación

A medida que se entra en la parte final de un gobierno es frecuente que se pierda el entusiasmo inicial por reformar y se caiga en una cierta complacencia de marchar en piloto automático o en la desesperación por no perder el poder. En el caso del actual gobierno, en las últimas semanas diversas actitudes y medidas han evidenciado cansancio o populismo y nos han recordado que este año estaremos entrando al último tercio del mandato.

En primer lugar, como señal de complacencia, y de temor a asumir responsabilidad, está la concentración cada vez mayor en el presidente. Crecientemente se prescinde del extenso y poco eficiente aparato estatal, por lo que se van adquiriendo maneras ad hoc para tomar una decisión.
Lamentablemente, toda intención de reformar al Estado parece que se ha abandonado a favor del presidencialismo en su versión más directa, ya que en palacio no se cuenta ni siquiera con consejeros, por lo que la decisión final es prácticamente personal. La soledad del poder lleva a que un gobernante tienda a aislarse y desarrolle desconfianza en el criterio que tienen otros, dependiendo cada vez más del suyo propio. De esa manera se va convirtiendo en el centro de la toma de todas las decisiones. Si bien para un país con un Estado ineficiente como el nuestro es una modalidad de gobierno que a veces puede parecer expeditiva, al no tener ninguna transparencia está llena de riesgos y de tentaciones.

Por otro lado, la Ley de Expropiaciones, que establece el nefasto precedente de que la propiedad privada se puede violar y al invasor se le va a recompensar es, a la fecha, el intento más evidente de hacer populismo con miras a las próximas elecciones. La expectativa que ha creado en cientos de miles de familias potencialmente “beneficiadas” le ha generado al gobierno una enorme capacidad para desarrollar un preocupante clientelismo político a todo lo largo y ancho del país. Incluso el hecho de que los encargados de implementar la ley sean la ministra de Vivienda y el jefe de Copofri –ambos experimentados operadores partidarios– no hace sino aumentar la alarma por la medida adoptada.

En realidad, la mejor manera de protegerse de las tentaciones es mantenerse ocupado y no estar pensando en el fin del mandato. Más aun, es perfectamente factible implementar una buena agenda de reformas en lo que resta del período de gobierno. Por ejemplo, reducir la burocracia y las trabas, introduciendo simplificación y eliminando discrecionalidad.
También se podría renovar y transparentar a las empresas públicas cotizándolas en bolsa. Ambas son medidas muy beneficiosas que no solo lograrían hacer más eficiente al país, sino que también harían más difícil que las hordas partidarias cedan a la tentación a medida que se va acercando el fin de la administración.

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