18.2.09

Los frutos de la educación

Por: Abelardo Sánchez León

En tiempos de ingreso, algunas universidades todavía toman un examen de admisión. Ese ritual es una excelente oportunidad para establecer un diálogo generacional, con una brecha que fácilmente puede extenderse a unos cuarenta años. En esos momentos aprovecho para formular preguntas elementales y propiciar una entrevista que, además, contenga un conocimiento sin mucho tamiz ideológico. Por ejemplo: ¿Qué población tiene el Perú? La chica no lo sabe. ¿No lo sabes? Responde que 7 millones. ¿7? ¡Lima tiene más de 7 millones de habitantes!, le digo. Y ya que estamos en el tema, le pregunto por la población de Brasil, de Japón, de la China; sí, de la China, ese gigante que nos devorará en unos cien años. No lo sabe.

Otra chica que proviene de un colegio caro de Lima ignora quién fue Freud. No sabe quién elaboró la teoría del yo, del superyó y del ello, aquel de la interpretación de los sueños. Otro muchacho no sabe cuándo terminó la Segunda Guerra Mundial y una chica no tiene idea de quién fue Valdelomar. “El Caballero Carmelo”, ¿te suena? No le suena.

¿El problema es de los alumnos, de los profesores o de los colegios, en general? ¿Qué les interesa a los muchachos de hoy? Imposible referirnos a los alumnos peruanos, tan diversos y heterogéneos. Reviso, entonces, los programas escolares y constato que en varios colegios no hay asignaturas como Economía, Psicología, Filosofía o Lógica; que en varios hay un solo año de Historia del Perú, que hay un año de Física y ninguno de Química. ¿Es que no interesa que los alumnos posean un conocimiento más o menos discutido de nuestra historia?

Es una lástima, porque tampoco hay evidencias de que los jóvenes posean una formación artística o deportiva. Varios postulantes dijeron que no se fomenta el arte. Y todos sabemos que en la primaria no es obligatorio el curso de Educación Física. Entonces, en qué quedamos, si lo más importante es la ciencia, la creación y el deporte.

Reviso mentalmente una crónica de Javier Cercas. Joubert dice: “Enseñar una cosa es aprenderla dos veces”. Félix de Azúa se refiere al “aprendizaje de la decepción”. Y Nietzsche afirma que “poco a poco ha comprendido el defecto más general de nuestro tipo de educación: nadie aprende, nadie quiere aprender, nadie enseña a soportar la soledad”. Al concluir la entrevista les estrecho la mano y les deseo suerte. Mucha suerte.

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