26.2.09

Alianza para el olvido

El gobierno aprista ha rechazado una donación alemana para construir un Museo de la Memoria, destinado a aleccionar a los peruanos respecto a la violencia que durante veinte años atormentó al Perú.

Elocuente es que Alan García y el fujimorismo quieran ocultar ese pasado.

El país, en cambio, necesita conocer y recordar lo que ocurrió en los años en que Sendero Luminoso inició, a espaldas del pueblo, lo que en días de riesgo llamé “la desesperación armada”.

Necesitamos recordar las atrocidades cometidas por orden de Abimael Guzmán, según confesó éste en la llamada “Entrevista del siglo”; pero también los crímenes horrendos perpetrados por las fuerzas del orden.

En días en que ser acusado de “revisionista” por Sendero equivalía a una sentencia de muerte, llegó a parecer que esos métodos conducían a la victoria del senderismo, cuyo preludio era el supuesto “equilibrio estratégico”.

Fueron los campesinos, las fuerzas progresistas, las que al final derrotaron un movimiento de fanáticos, dirigido durante casi veinte años desde un cómodo, idílico, barrio residencial de Lima.

También las torturas, los asesinatos, las desapariciones forzadas, los entierros masivos y clandestinos, la matanza de niños, cumplidos por las fuerzas del orden, aplicando la doctrina de la guerra sucia aprendida del fascismo europeo y estadounidense; deben ser recordados, analizados y condenados.

Para eso ayudará un Museo de la Memoria.

No se trata sólo de rememorar el pasado. Se trata de limpiar el horizonte, las conciencias, rumbo al futuro.

El aprofujimorismo busca enterrar el recuerdo, porque sepultó a millares. El Frontón, La Cantuta, Barrios Altos, Putis, los unen en el ayer y los encararán en lo futuro.

Por eso rechaza un Museo de la Memoria.

Sin duda que el senderismo, que hoy emprende acciones provocadoras -¡en alianza con el Apra en ciertas bases sindicales!- y que vuelve a amenazar de muerte a adversarios de izquierda; el senderismo, creo, también debe de temer un Museo de la Memoria.

Alemania, el país que generosamente propuso financiar el Museo de la Memoria, sabe de esto. Alguna vez Edward Said, el gran crítico y ensayista palestino, recordó que el campo de concentración nazi de Buchenwald estaba a un paso de Weimar, la ciudad donde vivió y creó Goethe, poeta del humanismo fraterno, el amor y la actividad transformadora.

En Buchenwald fueron asesinados 65,000 judíos, comunistas, gitanos y homosexuales.

Alemania ha sabido nutrirse de las dos memorias, la de Goethe y la de Buchenwald. Esa asimilación le ha permitido construir un país nuevo. Su experiencia enseña que el futuro se forja con los materiales de la historia sufrida y los sueños mejores.

LAPRIMERA

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