19.2.09

No es Robin Hood

Yehude Simon informó de su reunión con la hermana de Víctor Polay en la página web de la PCM después de que el encuentro trascendió a la prensa, y no antes. De modo que es obvio que algo se cocina. Es sabido que en ciertos sectores del aprismo, al igual que en muchos de la progresía caviar, la tendencia es mirar al MRTA como un movimiento menos malo y más romántico que SL.
Lo cierto es que, como dijimos en su momento y ahora repetimos, el MRTA fue tan criminal como Sendero, y el hecho de que vistieran uniformes verde oliva y se declararan émulos del ‘Che’ (que por cierto fue un matarife y no un Quijote) no cambia nada. En la larga lista de asesinatos perpetrados desde que comenzó a actuar en 1982, recordamos los del ex ministro del Interior Enrique López Albújar, el juez Alberto Ruiz Trigoso, dos policías en la operación de rescate de Lucero Cumpa –pareja sentimental de Polay–, cinco policías y cinco civiles durante el asalto a Juanjuí, ocho homosexuales con tiros en la nuca como ‘profilaxis social’ en Tarapoto y un humilde guardián destrozado por una bomba que estalló en el edificio ‘El Pacífico’ de Miraflores. Durante los interrogatorios cuando su recaptura, Polay confesó que ordenó el asesinato del almirante AP Gerónimo Cafferata, aunque luego lo negara cuando se le preguntó lo mismo ante un fiscal.


Y no olvidemos la otra infame especialidad del MRTA: los secuestros a empresarios, encerrados en condiciones infrahumanas en mazmorras bajo tierra que denominaban ‘cárceles del pueblo’. En ellas fueron asesinados el minero David Vera Ballón, un hombre robusto que pesaba treinta kilos al momento de su muerte y el empresario Pedro Miyasato, cuyo cadáver fue encontrado con evidentes signos de tortura. Otras víctimas, que salieron con vida de ese infierno, fueron los empresarios César Fukuda, Raúl Hiraoka y Antonio Furukawa.

La víctima más significativa por lo prolongado de su cautiverio fue, sin duda, Héctor Delgado Parker, amigo personal y asesor del entonces también presidente Alan García. Nuestro recordado amigo y maestro periodístico Manuel D’Ornellas nos confió que Delgado Parker le había contado que día tras día fue torturado por Néstor Cerpa Cartolini (el que encabezó luego la toma de la residencia japonesa).

Este sujeto, bien muerto en la gloriosa operación ‘Chavín de Huántar’, levantaba la tapa de la mazmorra, le sonreía a Delgado Parker y sin mediar palabra lo golpeaba en la cabeza con la cacha de su pistola. Al rato, volvía a abrir la tapa y lo saludaba cordialmente. Luego regresaba y le pegaba otra vez. Delgado Parker le contó a D’Ornellas que al cabo de un par de días, cuando sentía los pasos de su verdugo comenzaba a temblar y perdía el control de sus funciones fisiológicas. ¿El cabecilla de una banda así merece amnistía o siquiera mejoras en su situación carcelaria?


LA RAZON

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