21.2.09

Con el Baygón en la mano

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Nunca se debe bajar la guardia ante la corrupción

Jorge Bruce le preguntaba al lector, el domingo pasado, en este diario, si los petroaudios no le producían una sensación de asco y de pérdida de esperanza por creer que, después del fujimontesinismo, ya estábamos de salida del fantasma de la corrupción.

Lo que se está conociendo es, sin duda, frustrante, pero lo que más debería preocupar no es el rebrote de la corrupción, tan antigua como el hombre y que siempre estará presente, sino la manera como el país reacciona ante el problema. Los gobiernos se distinguen, entre otros factores, por la manera como enfrentan esta anomalía tan perniciosa.

En este sentido, preocupan algunas expresiones de que no se la está encarando bien. Una es que la búsqueda de la sucesión en la Contraloría General de la República, después del escándalo, ya ha perdido prioridad en la agenda nacional.

La otra sucedió anteayer en Cusco, durante la inauguración de 40 km de la Interoceánica. Ni el entusiasmo de la cita ni algún soroche justifican que el presidente Alan García haya lanzado el exabrupto afiebrado de incitar a infringir la ley.

García ordenó a las autoridades regionales y municipales que, “bajo mi responsabilidad, porque para eso soy presidente, construyan, gasten, edifiquen sin esperar el permiso del ministro, de Economía, o del presidente”. Agregó: “Yo me encargaré del ministro, del contralor, porque el que quiere interrumpir las obras lo único que hace es colaborar con la crisis”.

Todos quieren que la obra pública se ejecute con celeridad, pero los que también están interesados en que el dinero no se despilfarre en tonterías, ni se lo roben los corruptos, no están boicoteando el progreso del país ni el éxito del presidente.

No se puede camuflar la incapacidad que el gobierno aún muestra para aplicar medidas que logren combinar celeridad, eficiencia y transparencia en la ejecución del gasto, con agresiones al reclamo legítimo al presidente para que, a estas alturas de su segundo régimen, ya haya aprendido a gobernar.

Gobernar no es andar por ahí con arengas y bravatas de ‘a gastar, a gastar, que el mundo se va a acabar’ –con esa actitud, Fortunato Canaán y Rómulo León ya habrían hecho bastante obra pública–, sino decidir como estadista que le da prioridad a la reforma de fondo antes que a la quincena que viene.

Volviendo a la pregunta inicial sobre la frustración por la reaparición de la corrupción, esta siempre va a existir. Como las cucarachas de la cocina. Puedes matar las que ves, pero hay que estar listos para las que vendrán después, y tomar medidas preventivas. Siempre hay que tener el Baygón en la mano y nunca bajar la guardia.

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