18.2.09

Dinamitando la vida marina

Por: Pablo Llona García Miró

A lo largo del litoral peruano en los terminales pesqueros no es raro escuchar decir: “Ese pesca con dinamita”. Si uno ingresa al terminal pesquero de San Andrés en Pisco verá un cartel que dice: “La pesca con dinamita es pan de hoy y hambre del mañana”.

Si bien es cierto que la mal llamada “pesca” con dinamita es una actividad ilegal tipificada penalmente y considerada perjudicial entre los pescadores artesanales y pobladores de zonas pesqueras de nuestro litoral, en la jerga popular es usual que a dicha actividad ilegal se la califique de manera equivocada como una forma de pesca. Y digo equivocada, porque la pesca para consumo o industrial, artesanal o no, implica de una u otra forma una labor de captura donde existe selección de especies y tamaño que a su vez se entiende como una actividad sostenible en el tiempo; mientras que la onda expansiva de un explosivo lanzado y detonado en el mar, lejos de ser una forma de pesca selectiva que se pueda sostener en el tiempo devasta a su paso toda forma de vida marina. Mata desde microorganismos, larvas y crustáceos hasta peces de todo tipo y tamaño, aves como los pingüinos de Humboldt y mamíferos como la nutria de mar ya en extinción, lobos y delfines, destruyendo por completo parte de un ecosistema oceánico.

Por ello quienes detonan dinamita en pozos de orillas y correntadas marinas (muchas de ellas zonas de reproducción de peces) lejos de ser pescadores son delincuentes que comulgan más con una especie de terrorismo marino.

Una de las zonas de nuestro litoral más depredadas por los dinamiteros son las aguas de puntas, orillas y playas de la Reserva Nacional de Paracas, aquellas que están al oeste de la reserva y que miran al mar abierto como son La Catedral, El Arquillo, Sacasemita, Chuchos, Erizal, El Negro, entre muchas otras más que una vez fueron paraísos de la pesca artesanal principalmente a cordel. Para hacer frente a la destrucción que ocasionan los dinamiteros en el entorno marino de la reserva y, ante la inacción de autoridades, un grupo de pescadores artesanales se ha organizado en la Asociación de Pescadores Artesanales a Cordel de la Reserva Nacional de Paracas, quienes en estrecha colaboración con el Sernanp (dependencia del Ministerio del Ambiente a cargo de la reserva) están haciendo a su vez de “guardaparques voluntarios”. Pese a la encomiable labor que estos pescadores realizan, es poco lo que pueden hacer si las autoridades no aplican el peso de la ley a quienes son detenidos dinamitando la vida marina.

Esta ilícita actividad de lanzar explosivos al mar constituye por un lado un atentado contra el medio ambiente y la vida y por otro pone en evidencia la existencia de una red de comercio ilegal de explosivos prohibidos para uso civil.

Resulta inconcebible que en nuestra costa y más aun en una reserva nacional, la destrucción de la vida marina por delincuentes dinamiteros se haya convertido en algo usual frente a la indiferencia de autoridades.

EL COMERCIO

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