24.2.09

La limonada piurana

Quien se desplaza por el norte nacional no deja de sentir satisfacción al observar cómo la actividad económica sigue expandiéndose vigorosamente por esos lares (aunque indigna ver tantos desechos plásticos sin recoger a los bordes de las carreteras, sobre todo al salir de Trujillo rumbo a Chiclayo). Incluso la adormilada Piura –la Texas peruana, la provincia de lejos más rica del país antes de Velasco y que se empobreció terriblemente por esa dictadura, a pesar de que ese tirano era piurano- ya parece estar despertando y su capital comienza a hacerle la pelea a los dinámicos Trujillo y Chiclayo.

Conspira contra ello que el presidente regional aprista Trelles no da la talla para el cargo y lleva una gestión absolutamente decepcionante (aunque al menos no es peor que el arequipeño Guillén, al que el inteligente electorado mistiano puso en ese puesto tras su calamitosa gestión edil. Cada pueblo tiene el gobernante que se merece…), aunque Trelles es un titán de la talla de Churchill al lado de la alcaldesa de Piura, una señora que llegó al cargo porque falleció el titular y que es una inútil de marca mayor. Sin embargo, existen muchas expectativas por la próxima concesión del puerto de Paita, la incesante entrada de capital privado al agro, la IIRSA norte y el desarrollo del yacimiento de fosfatos de Bayóvar, aunque a muchos piuranos les duela que los lambayecanos les hayan ganado el agua con Olmos al proyecto de

irrigación Alto Piura y que éste aún esté durmiendo el sueño de los justos (como también es increíble que desde Velasco aún los yugoslavos no culminen el proyecto Chira-Piura). Precisamente, el cura yanqui antiminero Daniel Turley, obispo de Chulucanas, ha convocado un paro para exigir la obra de Alto Piura (¿es labor de un religioso organizar huelgas?), que sospechosamente coincide con una algarada que está preparando la sección local de Enapu en contra del ingreso de capital privado a Paita y a la que ojalá que la flamante ministra Cabanillas enfrente con la mayor energía.

A ese cura yanqui, presunto autor de una venenosa versión antiminera del padrenuestro, hace rato que deberían haberle expulsado del país por revoltoso, junto con esos rojos jesuitas españoles y belgas que no cesan por allá de soliviantar los ánimos de las serranías norteñas desde las radios con la demagogia más venenosa. Lo más trágico es que tras el fracaso de la explotación minera en Tambogrande –donde un muy hábil publicista caviarófilo de sabor toronja y ahora consultor de mineras (¡ja, ja, ja! Vueltas que da la vida) inquietó a la gente con el argumento de que no habrían más limones para el cebiche-, las alturas de esa zona están infestadas de centenares de mineros informales, bárbaros que están destrozando el ecosistema a punta de mercurio, lampazos, basura y químicos caseros, rivalizando en su celo asolador con los traficantes de madera para carbón que están acabando con los algarrobos a la vista de todo el mundo (detener estos dos atentados contra la naturaleza sería una tarea interesante para la colega Martha Meier). Mucho más fácil habría sido controlar a una sola empresa minera formal que a estas marabuntas, pero así son de jodidos los caviares, los curas y las ONG.

A este paso, de aquí a unos años realmente no habrá limones para el cebiche. ¿Se podrá hacer cebiche con toronjas?

PD: Me faltó recordar ayer que Meche Cabanillas perteneció al Sinamos

velasquista.

Aldo Mariátegui

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