16.2.09

Esquizofrenia propietaria

Por: Richard Webb

— ¡Retírese de mi propiedad!
— ¿Por qué?
— Porque es mía.
— ¿Y donde la obtuviste?
— De mi padre.
— Y él, ¿de dónde la obtuvo?
— De su padre.
— ¿Y él?
— Él la conquistó.
— Pues yo la voy a conquistar de ti.

El dialogo es del poema “El pueblo, sí”, de Carl Sandburg, ícono de la poesía y cultura estadounidenses. Los estadounidenses defienden ardorosamente el derecho de propiedad, pero no parece preocuparles que su poeta favorito celebre el arrebato. Desde niños, en la escuela aprenden a la vez a respetar la propiedad ajena y a inflar sus pechos con los poemas revolucionarios de Sandburg. Cada corazón norteamericano abriga un yin y yang de valores conservadores y radicales, esquizofrenia que parece darle fuerza a su cultura.

No somos pues tan especiales como pensamos cuando un día tratamos a la propiedad como un derecho sagrado, y al día siguiente cerramos los ojos ante las violaciones de ese derecho. La ley de expropiación aprobada hace unos días manda expropiar terrenos privados que fueron ocupados ilegalmente. Para no alentar el delito futuro, la expropiación se limitaría a terrenos invadidos antes de 2005, pero cualquier dirigente invasor o especulador de tierras sabe que el Estado Peruano tiene poca memoria para sus propias fechas. El uso de la expropiación para dar tierras a los migrantes fue abierto en 1961, nada menos que por el aristocrático presidente Manuel Prado y su ultraconservador primer ministro Pedro Beltrán, y fue práctica frecuente durante tres décadas. Durante el gobierno del presidente Fujimori las leyes cerraron la puerta al uso de la expropiación para favorecer a personas, por más necesitadas que fueran, pero el mismo Fujimori recurrió a una prórroga de facultades anteriores para permitir la expropiación de terrenos ocupados entre 1990 y octubre de 1993. Una vez más, fue el cuento de: “Esta es la última vez”.

Hay realidades zigzagueantes que no admiten caminos rectos. Desde hace sesenta años, un huaico humano empobrecido huye de las áreas rurales abandonadas para buscar una mejor vida en las ciudades, creando una emergencia de espacio y de servicios, y la respuesta ha incluido muchas normas de excepción. La esquizofrenia es quizás inevitable, incluso deseable, pero con más anticipación y planeamiento sería posible reducir los vaivenes legales.

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