RECETA PARA COMER OTORONGOS
Por: Fernando Vivas Periodista
Comparto el hartazgo nacional ante las denuncias del Congreso lavapies, planchacamisas, robaluz y, desde ayer, gracias a una acusación contra el humalista José Maslucán, robaterrenos.
Pero también comparto una culpa ciudadana: por entretenernos con tanta pecata minuta se nos pasa por las narices la fiscalización de la actividad legislativa en sí misma.
Hay que denunciar cada uno de estos abusos, claro que sí, pues delatan la informalidad y el espíritu ventajista de quienes deben dar ejemplo de lo contrario. Y valga el clamor igualitario del “nadie tiene corona” detrás de cada ciudadano indignado, pero también me preocupa que la suma sensacionalista de todos los escándalos, si no se analizan las características de la representación popular y su agenda legislativa, alimente la antipolítica que enarbolarán los nuevos “outsiders” antes de convertirse, quién sabe, en peores otorongos.
Además, muchas de las faltas que nos han mantenido ocupados en los últimos tiempos se reducirían sensiblemente si reformáramos la viciada estructura parlamentaria que complica el gasto del parlamentario y debilita a su bancada, que bien podría administrar mejor el sistema de asesores.
Un ejemplo de mala puntería ciudadana es el caso de Rocío González, la célebre “robaluz”. Nuestra furia se dirige al delito pasado y al hecho de que ocultó que estaba aún procesada cuando fue elegida. Pues haríamos mejor en auscultar su gestión en el Congreso y develar cómo tomó distancia de su bancada nacionalista original, cómo ha negociado su voto desde entonces, qué está haciendo ahora para que la salve el Apra. Mejor que reabrir la cosa juzgada es juzgar su actual chamba parlamentaria.
Si queremos de veras comer otorongos, en el sano sentido justiciero de vigilar porque representen los intereses de sus electores, esta es una receta que no debiera fallar: identifiquemos asuntos controversiales sobre los que hay intensos lobbies buscando influir para que se legisle a favor de ellos o que no se legisle en absoluto (casinos y tragamonedas, cigarrillos, importación de autos usados, insumos del narcotráfico) y revisemos cuál ha sido la iniciativa, la asistencia y el voto de cada potencial otorongo en las comisiones donde se discutieron tales temas. Sorpresas nos llevaremos.
EL COMERCIO
Por: Fernando Vivas Periodista
Comparto el hartazgo nacional ante las denuncias del Congreso lavapies, planchacamisas, robaluz y, desde ayer, gracias a una acusación contra el humalista José Maslucán, robaterrenos.
Pero también comparto una culpa ciudadana: por entretenernos con tanta pecata minuta se nos pasa por las narices la fiscalización de la actividad legislativa en sí misma.
Hay que denunciar cada uno de estos abusos, claro que sí, pues delatan la informalidad y el espíritu ventajista de quienes deben dar ejemplo de lo contrario. Y valga el clamor igualitario del “nadie tiene corona” detrás de cada ciudadano indignado, pero también me preocupa que la suma sensacionalista de todos los escándalos, si no se analizan las características de la representación popular y su agenda legislativa, alimente la antipolítica que enarbolarán los nuevos “outsiders” antes de convertirse, quién sabe, en peores otorongos.
Además, muchas de las faltas que nos han mantenido ocupados en los últimos tiempos se reducirían sensiblemente si reformáramos la viciada estructura parlamentaria que complica el gasto del parlamentario y debilita a su bancada, que bien podría administrar mejor el sistema de asesores.
Un ejemplo de mala puntería ciudadana es el caso de Rocío González, la célebre “robaluz”. Nuestra furia se dirige al delito pasado y al hecho de que ocultó que estaba aún procesada cuando fue elegida. Pues haríamos mejor en auscultar su gestión en el Congreso y develar cómo tomó distancia de su bancada nacionalista original, cómo ha negociado su voto desde entonces, qué está haciendo ahora para que la salve el Apra. Mejor que reabrir la cosa juzgada es juzgar su actual chamba parlamentaria.
Si queremos de veras comer otorongos, en el sano sentido justiciero de vigilar porque representen los intereses de sus electores, esta es una receta que no debiera fallar: identifiquemos asuntos controversiales sobre los que hay intensos lobbies buscando influir para que se legisle a favor de ellos o que no se legisle en absoluto (casinos y tragamonedas, cigarrillos, importación de autos usados, insumos del narcotráfico) y revisemos cuál ha sido la iniciativa, la asistencia y el voto de cada potencial otorongo en las comisiones donde se discutieron tales temas. Sorpresas nos llevaremos.
EL COMERCIO
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