14.1.10

Los grilletes de mi Congreso

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

La reforma debe ser sin improvisación ni oportunismo.

Con tres iniciativas distintas para renovar el Congreso, su empuje recién al final del gobierno, y un inaceptable tono chantajista ’disolver, disolver’, el presidente Alan García proyecta improvisación y oportunismo en el esfuerzo pendiente para mejorar el Poder Legislativo, y voluntad de aprovechar el debate para ganar popularidad.

La penúltima propuesta aprista para reformar el Congreso –renovación parcial por mitades mediante un sorteo– se reemplazó por otra a fines del año pasado: renovación total, reduciendo el mandato legislativo a solo dos años y medio.

No habiendo duda de que el Parlamento es una institución fundamental del sistema político, desde hace mucho tiempo está funcionando muy mal en el Perú, lo cual explica en gran parte las severas deficiencias de la democracia nacional.

Una expresión inequívoca del problema es que, siendo la economía peruana una de las más destacadas de la región, la valoración que los ciudadanos hacemos del funcionamiento de su democracia es lamentable de acuerdo con los resultados de las encuestas que, como el Latinobarómetro o el Barómetro de las Américas, revelan que el Perú sale, junto con unos pocos países como el hoy devastado Haití, al final de la tabla.

(Sin ánimo cachaciento sino solo con el de aportar ideas, ahora que el premier Javier Velásquez anuncia que el ‘RIP’ –red informática PAP– reincidirá con otra ‘encuestita’, les convendría enterarse de que se puede saber lo que se piensa en todo –repito, todo– el continente, desde Canadá hasta Chile, con menos de 27 mil entrevistas; no despilfarren ‘su’ plata, ‘compañeros’).

No hay duda, entonces, de que se debe avanzar hacia una reforma profunda de la política y del Congreso, pero eso debe ser parte de un esfuerzo que sea bien diseñado y apropiadamente ejecutado, tanto en el fondo como en la forma.

En cuanto al fondo, hay consenso en que la simple renovación del Congreso cada dos años y medios es absolutamente insuficiente para un esfuerzo más amplio que debiera incluir desde la bicameralidad, el modo cómo se conforma la lista de candidatos y se los elige, hasta el mecanismo de revocatoria.

Pero la forma, que en política es tan importante como el fondo, también es crucial. Lanzar la reforma –como ha anotado Henry Pease– con tono de chantaje y de amenaza, tal como lo viene haciendo el presidente Alan García, solo lleva a pensar que él no tiene un interés sincero por concretarla sino solo por hacer ruido con el deporte más popular de la política peruana: ganarse alguito poniendo contra las cuerdas a una institución tan desprestigiada como el Congreso peruano.



LA REPUBLICA

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