25.1.09

913 días: un gobierno a mitad del camino

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

De qué debe estar orgulloso y de qué avergonzado.

ientras Yehude Simon daba cuenta ayer de lo ocurrido en sus primeros cien días como premier, otra fecha más importante asomaba en el calendario político: el gobierno aprista cumple hoy, 25 de enero, 913 días de iniciado. Hoy terminó su primera mitad, mañana empieza la segunda.

Al presidente Alan García no le gustan los exámenes: le deleitan los elogios, detesta las críticas. Por eso, siempre dice que nunca es la fecha conveniente, pero ni él podrá negar que la mitad del camino es una oportunidad propicia para que cada quien, desde su perspectiva, saque la cuenta de lo que está bien, de lo que está mal, de lo avanzado, de lo pendiente, y de lo que es obvio que ya no se hará durante este lustro político.

En el lado positivo hay varios aspectos. Los más relevantes son la economía y la política exterior. Por un lado, el gobierno ha tenido un manejo responsable de los asuntos económicos que está permitiendo rascar hasta el concolón del buen momento internacional que se vivió hasta hace medio año, logrando un período de crecimiento pocas veces visto en el país.

Se mantuvo la prudencia en el manejo económico y, cuando hubo presiones para el desatino, incluso desde el gabinete, fue el propio presidente quien salió a cuadrar a los ministros.

A su vez, la política exterior logró, dentro de las circunstancias, poner el diferendo limítrofe con Chile en La Haya, perfilar buenas relaciones con vecinos como Ecuador, Colombia y Brasil, y llevar la fiesta en paz con Venezuela y Bolivia.

También fue clave el trabajo realizado por el gobierno en su conjunto para avanzar en el frente de los tratados de libre comercio, siendo el más importante el firmado con Estados Unidos. Sin embargo, la tarea de mejorar radicalmente la competitividad de la economía peruana sigue pendiente.

Lo malo ha estado en la falta de imaginación, de planes audaces y de voluntad política para lanzar reformas fundamentales para mejorar la calidad de vida de los más pobres: salud, educación, seguridad y justicia, además de una mejora sustantiva en la eficiencia del funcionamiento del sector público.

Lo realizado acá es decepcionante. Sin la reforma de estas actividades será muy difícil avanzar en la reducción de pobreza, lo que debiera ser la gran prioridad nacional. Pero lo que no se hizo en la primera mitad, difícilmente se hará en la segunda.
Finalmente, un déficit clamoroso está en la lucha contra la corrupción. Hasta ahora, puro blablablá. Cuando las papas queman porque se descubre que medio gabinete andaba metido en la suite del dominicano, muchos –dentro y fuera del gobierno– prefieren mirar al techo y silbar

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