24.1.09

De tal palo, ¿tal costilla?

Por: Augusto Álvarez Rodrich

Lucianita León busca ahora la revancha.

oña Luciana León, la congresista, decidió que ya es el momento de pasar de la defensa al ataque, pero lo hizo de un modo tan lamentable que quedó peor de lo que estaba al destaparse el escándalo protagonizado por su padre.

Su estrategia empezó con la difusión de notas periodísticas y columnas de opinión que sostuvieron que sus problemas obedecen a la perversidad de la ‘prensa amarilla’ que la denunció sin pruebas veraces. Eso calentó la plaza en la que ella luego irrumpió, con actitud ganadora, para exigir disculpas y, llena de misericordia, perdonar a los supuestos ofensores del juicio demoledor que les correspondería.

Todo un ‘estate quieto’ que la congresista León me lo dirigió por haber sido yo el director del medio donde se publicaron los informes que siente que la perjudicaron. Incluso, Jaime Bayly sostuvo en la entrevista que le hizo en su programa que, por difamarla a ella y a su padre, yo fui bien botado del diario en que él colabora ahora, el cual ya encontró el rumbo correcto.

Los que andan en ese camino debieran revisar las ediciones en las que se expusieron los indicios de la eventual vinculación de la congresista León con las actividades de su padre. El trabajo hecho en ese tema por la redacción de Perú.21, en el tiempo en que la dirigí, se sustentó en pruebas recibidas que, antes de ser publicadas, fueron cotejadas con fuentes del más alto nivel del sistema judicial.

Incluso, la congresista León me respondió, en una entrevista en RPP, que un email publicado en ese diario, y que la comprometía, sólo era parcialmente cierto pues algunas partes habían sido adulteradas. Cuando –siempre al aire– le pedí el original para poder identificar la supuesta manipulación, ella reconoció que no lo tenía, lo cual desarmó su argumento. En todo caso, es obvio que los periodistas solo mostramos indicios, no juzgamos. Esa es tarea exclusiva de las cortes.

Pero las furias de la congresista León no quedaron ahí. También la emprendió contra el Apra, su bancada parlamentaria, y el presidente Alan García, a los cuales acusó, injustamente, de desleales por no defenderla a ella y a su padre.

De ese modo, la congresista exhibe una concepción lamentable de la política en donde esta no es otra cosa que un mecanismo para enjuagar cuchipandas, el reino del ‘otorongo no come otorongo’, el paraíso donde el compañerismo partidario se impone a la justicia. No hace falta explicar más el grave error de Luciana León.

El Apra tiene, sin duda, muchos jóvenes que no piensan como ella y que sí pueden exhibir y defender los fundamentos éticos que demanda la renovación indispensable de la política.

LA REPUBLICA

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