29.1.09

Culebrón contralor

Es increíble que hasta hoy existan idas y vueltas en la designación (hoy suspendida) de la titular de la Contraloría General de la República (CGR). La culpa obviamente no recae en el Parlamento. Al contrario, la comisión evaluadora, presidida por la congresista Mercedes Cabanillas, ha actuado con diligencia al detectar ciertas omisiones en el expediente de la ciudadana Ingrid Suárez Velarde.

Hecho que comprueba que hubo falta de seriedad tanto por parte de la postulante como de la comisión calificadora integrada por el economista Richard Webb, el padre Gastón Garatea y la dirigente de ONGs Cecilia Blondet.

Se dirá por ahí que la todavía contralora en ciernes, Ingrid Suárez, cumplió los requisitos para encabezar el sistema nacional de control y que debería ser ratificada, ya que es contadora y cuenta con maestría. Sin embargo, ella ha generado confusión en lo que respecta al tipo de estudios de ingeniería –según ella– realizados en la Universidad de Gijón (España). Lo innegable es que hay un problema en el currículum vitae que presentó Suárez Velarde. Nos preguntamos entonces hasta qué punto tiene sus papeles personales en orden, y si esto no fuera así, ¿cómo podría manejar documentos de suma importancia pertenecientes a las entidades públicas que tendría que fiscalizar como contralora?

Ahora bien, por más que Suárez posea título de contadora o que reúna los requisitos que se exigen para ser jefe de la CGR, ha hecho bien el Parlamento en suspender su nombramiento hasta que no se aclare un extremo de su expediente. Si el Congreso no lo hubiera hecho, mañana o más tarde se le habría enrostrado atentar contra la transparencia, la verdad, la ética y el buen uso de documentación –en este caso en un currículum vitae– que además está sujeta a una declaración jurada por quien la suscribe. No olvidemos que ante el destape, recién Suárez ha salido a decir que fue “alumna libre” en una universidad española. ¿Por qué no lo consignó antes? Certifique o no estos estudios, la interrogante persistirá.

Es lamentable como, en menos de una semana, cuando distintas personalidades procedían a saludar la gestión de una flamante contralora, se ha frustrado la ratificación de la designada porque sencillamente la comisión Webb no tuvo el mínimo profesionalismo a la hora de constatar que lo que estaba contenido en la foja de vida de cada uno de los integrantes de la terna que envió al presidente de la República debía estar corroborado con las pruebas correspondientes, más allá de lo que declaraban los postulantes, entre ellos Ingrid Suárez. Sostener ahora que los estudios de ingeniería no son necesarios para alguien que ya cumplió con los requisitos que se exigen para el cargo de contralor general resulta naif pues el perfil de un funcionario de ese nivel tiene mucho que ver con el compromiso con la verdad, la moral y el manejo fehaciente de datos. Patético embrollo al que nos han conducido la postulante finalista y los comisionados que debieron actuar con mayor cuidado. ¿Cuál será el desenlace de esta telenovela?eEditoruia

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