22.1.09

Juguemos en el bosque, mientras...

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Mejor es cambiar de ministro del Interior.

l terrible asesinato de dos policías durante el desalojo de los invasores del bosque de Pómac, en Ferreñafe, debido a los disparos realizados por francotiradores, constituye una señal más de un proceso en el que, por un lado, la violencia crece sin parar en la sociedad peruana; y, por el otro, en el que la fuerzas policiales siguen enfrentando un gran desorden que les impide cumplir el papel que se demanda de ellas.

Lo primero que salta a la vista acá es la constatación de que, en medio de la búsqueda de mucha gente de un lugar para vivir, se esconden traficantes de terrenos que no tienen reparos en enfrentarse a la autoridad con armamento de guerra. Son asesinos que deben ser identificados y sancionados con rigor.

La policía nacional sufre, desde hace tiempo, un grave desprestigio y pérdida de respeto y autoridad que son indispensables para enfrentar situaciones complejas como la de Pómac y, en general, para asegurar el orden público. Esto es consecuencia de no haber emprendido, a fondo, reformas de los procesos y de las estructuras policiales, sin las cuales es imposible que los policías puedan actuar con acierto.

Como explicó con claridad el ex viceministro Carlos Basombrío, ayer en Espacio Compartido, la intervención policial en Pómac cometió cuatro errores garrafales: 1) de inteligencia (antes de la incursión se debió conocer que había francotiradores); 2) operativa (despliegue inadecuado de la fuerza y falta de mando unificado); 3) de especialización (se enviaron policías recién graduados); y 4) de logística (los policías, como informó Ana María Yesquén, de RPP, en sus dramáticos despachos radiales, no tenían qué comer ni agua para tomar).

El ministro del Interior, Remigio Hernani, declaró ayer que “no ha habido improvisación, sí hubo inteligencia, pero (en un operativo de desalojo) no se espera francotiradores para asesinar a policías”. Esto confirma, justamente, la falta de inteligencia cuyo fin es identificar lo que no se ve a priori.

Lo sucedido en Pómac es parte del proceso de deterioro policial, tal como ocurrió hace un tiempo en Moquegua. La institución aún no ha enfrentado una reforma profunda para mejorar sustantivamente su capacidad de prevención y acción, a todo nivel, con el fin de garantizar la seguridad pública.

Este gobierno ya desperdició la oportunidad para emprenderla. Lo único que le queda es administrar, como pueda, lo que venga. Pero, incluso para eso, será mejor que se consiga un nuevo ministro que esté menos preocupado –que el actual– en buscar excusas para sus errores, y más en emprender algunos cambios básicos que mejoren la capacidad preventiva y operativa de la policía.

LA REPUBLICA

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