29.1.09

Los hijos del 'boom'

UNA MIRADA A LA LIMA DEL SIGLO XXI

Por Renato Cisneros. Periodista


Tengo un amigo que hace un par de años se compró un departamento dúplex en Miraflores y se mudó allí apenas se casó. Ahora está a punto de venderlo al doble de lo que le costó para comprarse uno más grande.


Tengo otro que alquiló un departamento pequeño en Barranco y vivió allí mientras construía su nuevo 'depa', en Chacarilla, en donde reside desde hace un año con su esposa y sus dos hijos. Es un 'depa' enorme. Si algún día lo vende, seguramente le darán bastante más dinero del que invirtió.


Tengo un tercer amigo que compró un departamento en cascarón e inmediatamente lo alquiló. Él es hijo único y, ya que vive de lo más relajado con sus papás, la independencia le resulta indiferente. Para él, su 'depa' es un negocio que se paga solo.


Y tengo un cuarto amigo que está a punto de mudarse y anda buscando un 'roommate' para compartir los gastos. Él solamente quiere alquilar, aunque dice que apenas pueda, "si esta vaina de la crisis no se pone muy jodida", compra.


Los cinco tenemos entre 32 y 35 años. Hemos parado juntos mucho tiempo, y cada vez que canjeamos vivencias como estas, coincidimos en que la nuestra es la generación hija del 'boom': el 'boom' de la construcción.


Todos crecimos en casas cómodas o departamentos espaciosos, en vecindarios donde uno solía hacer amigos. Todos vimos con pena cómo el paisaje de nuestro barrio se fue achicando hasta cambiar drásticamente y hacerse irreconocible. Donde había una residencia ahora hay un condominio. Donde estaba la bodega del 'Chino' ahora hay un chifa horrible. Dónde vivían los vecinos pesados de la cuadra ahora hay un conjunto de departamentos (con moradores incluso más pesados que los anteriores). El gigantesco parque donde jugábamos reñidos partidos de fulbito ahora es un apretado e inmaculado jardín (con Virgen incorporada), que está rodeado de decenas de edificaciones y proyectos de construcción. Allí ya nadie juega a nada, y presumo que hasta la pobre Virgen se aburre un poco en su urna.


Como aplicado hijo del 'boom', también he decidido adquirir un departamento. A diferencia de mis amigos, me he agenciado un préstamo salvador, lo que me libera de los altísimos intereses bancarios. Lo malo es que el mío es un proyecto de autoconstrucción; es decir, se levanta con el dinero de los propietarios, no con el de la empresa constructora. Eso hace que todo avance muy lento, lentísimo, porque algunos compradores son tardones e incumplidos.


Es raro: aún no existe el edificio pero algunos de mis vecinos ya me caen mal. Supongo que tengo que ejercitarme en una de las costumbres urbanas más urgentes de estos tiempos: aprender a convivir con los demás en medio de una ciudad que te aplasta.

EL COMERCIO

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