31.1.09

Fiasco, fiasco

Aún recuerdo con una sonrisa el título de ingeniero que los simpáticos campesinos norteños me pusieron cuando siendo universitario, hace muchas lunas, trabajé en un fallido proyecto de agroexportación. Allí fue que me enteré que en el campo es usual que se llame de esa manera a los gestores, técnicos, etc., citadinos que llegan a laborar. Y no sólo es una graciosa costumbre rural, pues en las ciudades se le llama doctor a cualquier profesional de alguna carrera de letras, especialmente a los abogados. Así como ya por cansancio no corrijo a nadie que me llama Bosé (como el cantante), creyendo de buena fe que así se pronuncia mi segundo apellido, simplemente ya resignado paso por alto que me llamen doctor muchas veces.

Es que esta costumbre es muy latinoamericana, desde el mexicano vicio de llamar licenciado allá a cualquiera hasta la entrañable comedia Mi hijo, el doctor (1903) del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez (cuya efigie reproduzco en la ilustración), que ironizaba sobre el tema. Sánchez fue el creador del término canillita, pues su primera obra, titulada así, trataba sobre un niñito de piernitas muy flacas (canillas-canillita), personaje que vendía diarios por las calles y que cantaba: Soy canillita/gran personaje/con poca guita/y muy mal traje. Después vendría la película, con el inmortal cómico Luis Sandrini, y el tango (1936) con esa linda letra: Va con los diarios bajo su brazo/buscando siempre un comprador/cruzando calles no da ni un paso/sin que se escuche su clara voz. Si no me equivoco, un personaje público conocido que fue canillita es César Lévano, ahora director de un diario. Ruta vital ciertamente encomiable, pese a nuestras abismales diferencias con su comunismo-humalismo y los insultos escatológicos que alentaba a su finado caricaturista.

Pero todo esto deja de ser broma y remembranza cuando una persona aspira a un cargo público, más aún cuando éste se trata del control de las conductas de los funcionarios. Ingrid Suárez no sólo ha cometido una torpeza y una conchudez al pretender pasar por ingeniera cuando no era más que una eventual alumna libre, sino que ha colaborado con esa criollada a reforzar esa impresión de país chicha que tenemos, algo que daña nuestra autoestima y obstruye los esfuerzos por imponer la meritocracia.

Otros que han quedado tocados con esto son los integrantes de la comisión seleccionadora, que les faltó prolijidad y cuidado al presentar su terna final. No sé cómo no examinaron de pies a cabeza los títulos presentados.

Es más, ya dudo que sea políticamente potable que se pueda presentar a los otros dos candidatos finalistas como aspirantes. Una lástima, porque si bien al comienzo fui muy escéptico con este sistema de comisión, en un momento pareció que podría ser una buena alternativa al cubileteo político. Y los humalistas, los Yonhys, etc... van a estar felices y se van a llenar harto la boca con este patinazo, con esta pequeña victoria.

Como dice el adagio, tenemos otra buena intención más con qué empedrar el infierno, tras los fiascos de Forsur y la ONA (que espero que no se repita con PerúCompras).

P.D. Esta columna regresa el lunes.

Aldo Mariátegui

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