28.1.09

Pecados capitales

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Encuestas, soberbias, humildades y herejías.

El alza de la aprobación presidencial registrada en las encuestas es una muy buena noticia para el país porque es un indicador relevante para la estabilidad política, pero implica el riesgo de que refuerce –aún más– la soberbia del jefe de Estado, lo que también es peligroso para la institucionalidad.

El aumento de popularidad ha producido un menú explicativo variopinto: la teletón, el pedido para liberar a Magaly Medina, tildar a Rómulo León de “rata” –aunque después el asunto se degradó a “escandalete”–, o pegarse a alcaldes populares de los distritos de Lima. Todo ayuda, sin duda, aunque quizá lo más importante sea la reducción de precios pues ese fue el factor que más pesó en la caída previa.

Siendo positiva la recuperación de la popularidad presidencial, como expresión de un mejor ánimo ciudadano, también puede explicar algunas actitudes recientes del jefe de Estado que son inaceptables porque lo pintan como alguien a la caza de la oportunidad para hacer lo que da la gana, especialmente con los que siente que le pueden ‘quemar la película’.

Eso explicaría, por ejemplo, este proyecto de ley que ha enviado al Congreso para meter presos a los periodistas que difundan material que, habiendo sido obtenido ilícitamente, revelen hechos como corrupción en el gobierno.

Eso explicaría, también, actitudes como la de no responder las preguntas de los reporteros de La Primera, lo cual fue interpretado por Jorge Bruce, el domingo en este diario, como un mensaje implícito de que solo responderá a los que se porten bien. Lo mismo ha hecho antes, en dos oportunidades, con reporteros de RPP cuyas preguntas no le gustaron, y a los que amenazó con acusarlos antes sus jefes.

Alan García, especialmente cuando siente que le va bien, parece desconocer los límites de un presidente en una democracia, y entonces se desbordan, él y su soberbia, es decir, la altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros.

La soberbia es considerada por la Iglesia Católica como el original y más serio de los siete pecados capitales pues de él se derivan los otros seis, y es cometido por Lucifer al querer ser igual a Dios. Es castigado con la rueda (un método de tortura empleado en Europa, hace tiempo). La virtud católica opuesta a la soberbia es la humildad, una palabra que, lamentablemente, no frecuenta mucho a los políticos.

La soberbia –me corregirán los psicólogos– se agrava cuando muchos se dedican a promover, con exageración, las virtudes de quien la sufre, y cuando se dice que criticarlo es herejía. Eso les hace daño al Presidente y al país.

LA REPUBLICA

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