30.1.09

El papel del presidente ahora

Por: Jaime de Althaus

En más de una ocasión el presidente de la República ha definido su rol principal como el de atraer inversión privada. Y sin duda la inversión es indispensable para crecer a tasas altas y redistribuir. Pero, de un lado, ya sembró lo suficiente en ese terreno y, de otro, ya está claro que por más que haga este será un año yermo en inversión, como consecuencia de la crisis internacional.
Mejor concentrar ahora su energía en lo que pueda hacer el Estado para contrarrestar la retracción privada y mantener viva la demanda interna. Lo que implica “poner al Estado en forma”, como diría Jorge Basadre. Institucionalizarlo. Es decir, liderar las reformas necesarias para conseguir un Estado capaz de ejecutar obra y brindar servicios eficientes sobre todo a los más pobres.
La carrera pública magisterial —el mejoramiento de la calidad de los maestros—, que es la gran reforma que ha emprendido este gobierno, necesita fuerte impulso y liderazgo porque ya está perdiendo el paso. El año pasado debieron ingresar 30 mil maestros a la nueva carrera y no ocurrió. Se perdió el presupuesto. Hay que recuperar el tiempo perdido. Y hay que buscar nuevos métodos de capacitación, acaso por Internet, que permitan avanzar más rápido. Y movilizar a la sociedad.

Se ha planteado el aseguramiento universal en salud, pero ello debería comenzar por construir, equipar y dotar de personal a las postas de los distritos más pobres, donde opera el programa Juntos, que tiene el grave déficit de que reparte 100 soles a cambio de una condicionalidad que no se puede cumplir porque las postas, si las hay, no tienen lo necesario. Los recursos en Salud están concentrados en los niveles regionales, y no llegan a los pobres. Hay que redistribuirlos. Y tampoco se trata de recibir indefinidamente 100 soles: los campesinos tienen que aumentar su productividad para generar sus propios ingresos y salir de la pobreza: hace falta generalizar Sierra Productiva.

La mayor parte de los programas de lucha contra la pobreza son inútiles. Hace años que el Pronaa reparte papillas y desayunos y la desnutrición no baja. Deberían unificarse en un fondo que contrate contra resultados. Y debería ser obligatorio que se focalicen solo en la pobreza extrema, pero ni siquiera hay un mapa de la pobreza oficial ni menos un registro único de beneficiarios que permita conocer superposiciones y filtraciones.

A la simplificación administrativa le falta fuerza, y así sucesivamente. Es la hora de la formalización de las pequeñas empresas. De institucionalizar el país. A todo eso debería dedicarse el presidente.

EL COMERCIO

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