24.1.09

Cosa de citas

El miércoles pasado el civilizado Carlos Tapia, indignado, como casi todo el mundo, por la nueva masacre neonazi ocurrida en Gaza acudió a Pablo Neruda para recordar el horror que las pandillas aéreas de Franco produjeron en el Madrid de 1936. Y citó así al inmenso poeta chileno:

“Bandidos con aviones...
venían por el cielo a matar niños
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de
niños”.

Si de algo me precio es de ser lector nerudiano, perito en Pablo, tasador de Residencia en la tierra y zampón en la Tercera Residencia. Leí a Neruda cuando no sabía leer y lo leí en voz alta, paseándome por una habitación que era mi mundo, viajando con Neruda a los infiernos –donde suele suceder lo mejor-, o al centro de una cebolla redomada, o a los desmanes de la carne que le imponía Josie Bliss, su amante asiática en la Birmania donde él fungía de cónsul.

En fin, que soy nerudiano del mismo modo que soy vallejiano y miguelhernandiano y casi se diría sorjuaniano. Así que leí la cita que Tapia hacía de Neruda y salté hasta el techo porque esa poesía es una de las que tengo en el disco duro y la podría decir sin tropezarme.

Y donde Tapia cita falsamente “Bandidos con aviones...” y pone unos puntos suspensivos más espantosos que el franquismo y que Neruda jamás habría puesto porque la poesía consiste, precisamente, en llenar los puntos suspensivos, el párrafo ve-raz es como sigue:

“Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños”.

De modo que don Carlos Tapia, que en este arte de la cita mutilatoria ya se parece a Alan García, se cargó tres versos principales y omitió a los moros traidores que lucharon por Franco y que eran herencia del apetito español en suelo marroquí, omitió a las duquesas que rezaban por la derrota de la República mientras se enredaban con un mozo de cuadra y omitió, de modo imperdonable, a los frailes negros y aciprianados que se santiguaban cada vez que una bomba franquista daba en el blanco de una casa.

Don Carlos Tapia, mi estimado, ¿con qué derecho hace usted eso con Neruda? ¿No se da cuenta de que no sólo se violan los derechos humanos sino que también se pueden violar derechos literarios y que puede haber delitos de lesa citación?

Porque una cosa es que vengan los bandidos con aviones a matar niños y otra cosa muy distinta es que esos aviones vengan con bandidos, duquesas, sortijas, frailes negros y moros monarquistas. Lo primero, don Carlos, es un parte de guerra. Lo segundo es poesía.

Y, además, don Carlos, no es posible ni siquiera remotamente establecer algún vínculo entre la guerra civil española y la matanza que Israel ha desatado otra vez en Gaza. En la guerra civil española hubo dos ejércitos, dos países, dos mitades negadas y maldicientes. En Gaza ha habido un ejército infinitamente cobarde y asesino y una población cautiva y, por lo general, indefensa.

En todo caso, agradezco a Tapia por haberme empujado a releer, una vez más, una de las dos ediciones de “España en el Corazón”, de 1937, que conservo en mi biblioteca.

Y la estrofa que sigue a la cita maltrecha de Carlos Tapia es una de las mejores cimas del desprecio literario y del odio sentido como necesidad moral:

“Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!”

Eran esos tiempos en que la poesía se iba a la guerra y compartía la sal de los vencidos y escupía en la copa de los canallas. No habíamos llegado todavía a la poesía suiza y neutral, sueca y global, antártica y correcta de estos días.

CESAR H.

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