El sorpresivo retorno de Luis Carranza a la cartera de Economía y Finanzas ha sido bien recibido, especialmente por los agentes económicos, que esperan con expectativa el plan anticrisis anunciado por el Gobierno.
Sin embargo por una cuestión de transparencia y precisamente para acabar con la incertidumbre, sería oportuno y necesario que el presidente Alan García, como jefe del Estado, explicase al país las razones concretas de esta vuelta al Gabinete.
No están en duda la valía profesional ni la capacidad de Carranza, ni tampoco las de su antecesor Luis Valdivieso, quien permaneció solo seis meses en el cargo y cuya ortodoxia fue importante en su momento. Simplemente la ciudadanía tiene derecho a saber qué es lo que realmente busca el Gobierno con su retorno y los eventuales cambios que ello traería en las políticas públicas que finalmente afectan a toda la nación.
En su primer paso por el Gabinete la gestión de Carranza fue efectiva, ordenada y exitosa para posibilitar el trampolín a lo que se llamó 'el milagro peruano', con 90 meses de continuo crecimiento. Pero eran otros tiempos, de altos precios de minerales, llegada de nuevas inversiones, boyante recaudación y buenos índices de reservas y consumo.
Hoy los tiempos son otros, con un contexto mundial sumamente crítico a partir de la debacle de Wall Street, que ha determinado una desaceleración y hasta bruscos frenazos en la economía de EE. UU. y nuestros principales destinos de exportación.
Según recientes encuestas los efectos negativos de esta crisis aún no son percibidos de un modo angustiante en nuestro país. Pero aunque estamos en mejores condiciones que otros en la subregión por la solidez de nuestra economía, no estamos blindados totalmente ante las repercusiones del vendaval mundial.
De allí la urgencia de transparentar cuanto antes los lineamientos del plan anticrisis, que entendemos ahora lidera el ministro Carranza. Saludamos el optimismo presidencial que, con buen criterio, se estaría complementando con medidas más concretas para promover la inversión productiva y en infraestructura, en lo que no debe descuidarse el apoyo social.
¿Pero qué más contiene el programa contracíclico? ¿Implica este una vuelta de timón o es simplemente un ajuste dentro del modelo económico actual? ¿Qué incidencia deben tener aquí las tasas de interés y el BCR? ¿Hay estimados de cómo y en qué nivel se mantendrán los niveles de consumo y en qué sectores?
¿Cómo se coordinará con el sector productivo privado y con las regiones para descentralizar el plan? ¿Hasta qué punto podrá gastar y endeudarse el Estado? ¿Y qué se hará con las Pymes, las unidades más dinámicas para crear empleo? ¿De qué manera se acogerá las iniciativas que emanan del Consejo Nacional del Trabajo? ¿Se está coordinando con el Congreso y con la oposición los cambios necesarios en la legislación? ¿Qué rol juega en este plan anticrisis la puesta en vigencia del TLC con Estados Unidos?
En una coyuntura tan delicada e incierta son interrogantes que siguen flotando en el ambiente y que demandan una explicación pronta y clara del presidente García, del jefe del Gabinete Simon y del propio ministro de Economía para asegurar el éxito del plan, así como el involucramiento de la ciudadanía.
comercio
Sin embargo por una cuestión de transparencia y precisamente para acabar con la incertidumbre, sería oportuno y necesario que el presidente Alan García, como jefe del Estado, explicase al país las razones concretas de esta vuelta al Gabinete.
No están en duda la valía profesional ni la capacidad de Carranza, ni tampoco las de su antecesor Luis Valdivieso, quien permaneció solo seis meses en el cargo y cuya ortodoxia fue importante en su momento. Simplemente la ciudadanía tiene derecho a saber qué es lo que realmente busca el Gobierno con su retorno y los eventuales cambios que ello traería en las políticas públicas que finalmente afectan a toda la nación.
En su primer paso por el Gabinete la gestión de Carranza fue efectiva, ordenada y exitosa para posibilitar el trampolín a lo que se llamó 'el milagro peruano', con 90 meses de continuo crecimiento. Pero eran otros tiempos, de altos precios de minerales, llegada de nuevas inversiones, boyante recaudación y buenos índices de reservas y consumo.
Hoy los tiempos son otros, con un contexto mundial sumamente crítico a partir de la debacle de Wall Street, que ha determinado una desaceleración y hasta bruscos frenazos en la economía de EE. UU. y nuestros principales destinos de exportación.
Según recientes encuestas los efectos negativos de esta crisis aún no son percibidos de un modo angustiante en nuestro país. Pero aunque estamos en mejores condiciones que otros en la subregión por la solidez de nuestra economía, no estamos blindados totalmente ante las repercusiones del vendaval mundial.
De allí la urgencia de transparentar cuanto antes los lineamientos del plan anticrisis, que entendemos ahora lidera el ministro Carranza. Saludamos el optimismo presidencial que, con buen criterio, se estaría complementando con medidas más concretas para promover la inversión productiva y en infraestructura, en lo que no debe descuidarse el apoyo social.
¿Pero qué más contiene el programa contracíclico? ¿Implica este una vuelta de timón o es simplemente un ajuste dentro del modelo económico actual? ¿Qué incidencia deben tener aquí las tasas de interés y el BCR? ¿Hay estimados de cómo y en qué nivel se mantendrán los niveles de consumo y en qué sectores?
¿Cómo se coordinará con el sector productivo privado y con las regiones para descentralizar el plan? ¿Hasta qué punto podrá gastar y endeudarse el Estado? ¿Y qué se hará con las Pymes, las unidades más dinámicas para crear empleo? ¿De qué manera se acogerá las iniciativas que emanan del Consejo Nacional del Trabajo? ¿Se está coordinando con el Congreso y con la oposición los cambios necesarios en la legislación? ¿Qué rol juega en este plan anticrisis la puesta en vigencia del TLC con Estados Unidos?
En una coyuntura tan delicada e incierta son interrogantes que siguen flotando en el ambiente y que demandan una explicación pronta y clara del presidente García, del jefe del Gabinete Simon y del propio ministro de Economía para asegurar el éxito del plan, así como el involucramiento de la ciudadanía.
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