Hace tantos años que no tenemos una selección de fútbol que nos dé satisfacción que los que aún nos acordamos de los 'Mundialistas del 70’ ya los empezamos a mezclar en nuestra memoria con los 'Olímpicos del 36’. Para el aficionado no va a ser ninguna sorpresa que se diga que es lamentable el estado en que se encuentra el fútbol peruano. Sin embargo, la novedad deprimente es que con lo ocurrido con la selección sub 20 estamos condenados a arrastrar nuestro fracaso por muchos años más. El mal ejemplo se aprende rápido.
Ya no son solo los veteranos los que demuestran ser poco profesionales. Ahora los juveniles –que recién empiezan y que aún no han logrado nada– se comportan con la misma displicencia. Con esa actitud a tan temprana edad, en la cual se deberían estar formando como los jugadores del futuro, nuestra selección está condenada a un horizonte de, por lo menos, diez años más de mediocridad.
Por otro lado, es realmente sorprendente el nivel del relajo generalizado en la delegación. Tenemos falta de disciplina en el jugador, la cual es apañada por la complicidad del entrenador y, a su vez, avalada por la incompetencia del dirigente. Simplemente, alrededor de la selección y de la Federación nadie cumple con su función. Lamentablemente, en la actualidad no tiene ningún sentido pedir que el presidente de la Federación asuma su responsabilidad y renuncie al cargo. Es un caradura al que no le entran balas. Sin embargo, esta última vergüenza que hemos pasado, y que nos parece condenar a otra década de fracasos, ya ha colmado el vaso.
Los pueblos requieren de triunfos para sentir orgullo. En el pasado se trataba de victorias militares. Ahora, felizmente, se pueden lograr en el gramado. Pero ya llevamos décadas de derrotas y eso se nota en la creciente facilidad con que caemos en el pesimismo. Por ello, el asunto es grave y debe de ser tratado como de interés nacional. Posiblemente los congresistas que todos conocemos –que andan siempre al acecho de encontrar nuevos temas que les aseguren figuración– deberían formar una comisión para determinar la causa de la mediocridad del fútbol peruano. Quizás a punta de citar al susodicho lo cansan obteniendo lo que la presión popular no ha logrado y este finalmente se va, recobrando el país la esperanza.
PERU 21
Ya no son solo los veteranos los que demuestran ser poco profesionales. Ahora los juveniles –que recién empiezan y que aún no han logrado nada– se comportan con la misma displicencia. Con esa actitud a tan temprana edad, en la cual se deberían estar formando como los jugadores del futuro, nuestra selección está condenada a un horizonte de, por lo menos, diez años más de mediocridad.
Por otro lado, es realmente sorprendente el nivel del relajo generalizado en la delegación. Tenemos falta de disciplina en el jugador, la cual es apañada por la complicidad del entrenador y, a su vez, avalada por la incompetencia del dirigente. Simplemente, alrededor de la selección y de la Federación nadie cumple con su función. Lamentablemente, en la actualidad no tiene ningún sentido pedir que el presidente de la Federación asuma su responsabilidad y renuncie al cargo. Es un caradura al que no le entran balas. Sin embargo, esta última vergüenza que hemos pasado, y que nos parece condenar a otra década de fracasos, ya ha colmado el vaso.
Los pueblos requieren de triunfos para sentir orgullo. En el pasado se trataba de victorias militares. Ahora, felizmente, se pueden lograr en el gramado. Pero ya llevamos décadas de derrotas y eso se nota en la creciente facilidad con que caemos en el pesimismo. Por ello, el asunto es grave y debe de ser tratado como de interés nacional. Posiblemente los congresistas que todos conocemos –que andan siempre al acecho de encontrar nuevos temas que les aseguren figuración– deberían formar una comisión para determinar la causa de la mediocridad del fútbol peruano. Quizás a punta de citar al susodicho lo cansan obteniendo lo que la presión popular no ha logrado y este finalmente se va, recobrando el país la esperanza.
PERU 21
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