24.1.09

Obama en la prueba

El flamante Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dio, a pocas horas de asumir el cargo, una prueba de que por lo menos en materia de derechos humanos no continúa a Bush. El cierre de la cárcel de Guantánamo y la prohibición de torturas a prisioneros son buena señal.

Hemos escrito ya que no cabe esperar que Obama rompa con el orden imperialista; pero esos pasos indican que busca honrar sus promesas.

El discurso inaugural de Obama recuerda los cambios que propugna no sólo respecto a derechos humanos. Los neoliberales criollos deben de estar pálidos de ira tras leer, si es que han leído, esa pieza política.

Dijo Obama: “El problema ante nosotros no es si el mercado es una fuerza del bien o del mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad no tiene paralelo; pero esta crisis nos ha recordado que sin un ojo vigilante el mercado puede escapar de control -y que una nación no puede prosperar largo tiempo si favorece sólo a los prósperos”.

Golpe al mentón neoliberal de Bush, que gobernó para los supermillonarios, les permitió jugar con el dinero y el destino del pueblo y sólo se percató del daño cuando él y su entorno se habían enriquecido demasiado, y los ciudadanos del país más rico del mundo estaban demasiado desamparados.

A Alan García le habrán ardido las orejas al escuchar: “El éxito de nuestra economía ha dependido siempre no sólo del tamaño de nuestro producto interno bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad; de nuestra voluntad de extender oportunidades a cada corazón voluntarioso”.

¡Cómo se habrán crispado los nervios de García ante este párrafo: “Que aquellos que se aferran al poder por medio de la corrupción, el engaño y el silenciamiento de la oposición (dissent) (les decimos): sepan que están en el lado erróneo de la historia”!

El discurso de Obama, dentro de los límites de su ideología, su tiempo y lugar, es de gran altura. Su prosa severa, apretada y clara, no excluye los trémolos de la emoción.

En el International Herald Tribune se indica que en el momento del discurso se habían congregado frente al Capitolio de Washington, según cálculos distintos, entre millón y medio, y cuatro millones de personas.

En pasaje expresivo aludió al significado de la libertad conquistada por el pueblo de Estados Unidos, libertad que no es una fórmula congelada. En la aurora de la democracia occidental, en la Inglaterra revolucionaria del siglo XVII, el poeta John Milton dijo que había que defender la libertad para que la razón pueda continuar, en una nueva época de luz, su exploración de la verdad.

Los afroamericanos se habrán estremecido al escuchar por qué “un hombre cuyo padre hace menos de 60 años no hubiera sido atendido en un restaurante puede estar ahora ante ustedes para prestar el más sagrado juramento”.
LA PRIMERA

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