31.1.09

Plástico y ketchup

Ingrid Suárez, la contralora que pudo ser y no fue, ha dicho que fue objeto de una campaña mediática “despiadada” y que le faltó “malicia política” para afrontar los “ataques” a su persona. Con ello, se ha sumado a la larga lista de aquellos que cuando son pillados con las manos en la masa recurren al fácil expediente de culpar al mensajero, o sea la prensa.
A ver, vayamos por partes y cucharadas. En efecto, hubo una campaña en su contra, y en este diario la denunciamos en su momento, señalando con nombre y apellido a la ministra que la estaba maleteando para tratar de colocar en el puesto a otra candidata de su preferencia. Pero eso no tiene nada que ver con el hecho de que Suárez falseó sus datos (para eso sí le sobró malicia). Y no podíamos dejar de informar al respecto. Si hubiera consignado la verdad, la campaña no le habría hecho mella. Por otro lado, aún suponiendo que su currículum fuera el mejor, estas reacciones histéricas ante las críticas revelan que no tenía el carácter adecuado para dirigir la Contraloría. Como le dijo en su momento Bush padre al quejoso de Dukakis, “si no aguantas el calor, no te metas a la cocina”.


No nos impresionan por tanto las lágrimas de cocodrilo de Suárez. Más bien confirman lo que siempre sostenemos respecto de los políticos y de todos aquellos que aspiran a ocupar un cargo público: si aparecen frente a ti con un cuchillo clavado en el pecho, comprueba primero si es de verdad o de utilería. Y de paso, verifica si el líquido de color rojo que brota es sangre o salsa de tomate.

Un ejemplo reciente, para mayor abundamiento: al día siguiente que este diario publicó, a comienzos de octubre pasado (y modestia aparte en exclusiva) que el “Chito” Ponce estaba detrás del “chuponeo”, el susodicho telefoneó para reclamar indignado que lo estábamos calumniando y que jamás sería capaz de hacer algo así. Y nos pidió una rectificación que por supuesto jamás hicimos, porque sabíamos que estábamos en lo cierto.

Así que, de paso, no nos impresionan los gestos grandilocuentes ni las vestiduras rasgadas de otras personas, compañías petroleras y bufetes que hemos mencionado en el curso de nuestra investigación sobre el “chuponeo”. Más temprano que tarde van a quedar al descubierto porque ya la Fiscalía de la Nación está tras sus pasos. Y por lo tanto, sus amenazas de juicio, sus campañas de desprestigio y sus cartas notariales terminarán siendo apenas cuchillos de plástico y “sangre” fabricada con ketchup.

LA RAZON

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