10.1.09

¡Bravo!

No cabe sino felicitar a la Fiscal de la Nación, Gladys Echaíz, al ministro del Interior, Remigio Hernani, y a los miembros de la Dirandro por la impecable investigación que ha permitido desbaratar la red mafiosa que hizo de la interceptación telefónica una industria organizada, lo que es inadmisible en democracia.
Y aunque no somos partidarios del autobombo, nos complace que se haya demostrado lo que este diario sostuvo desde que estalló el “petroescándalo”: oficiales de Inteligencia en actividad “alquilaban” los equipos que el Estado les había confiado para la defensa nacional a empresas privadas que a su vez, ofrecían servicios de espionaje a una selecta clientela. Igualmente, algunos de los nombres de personas y firmas mencionados en la investigación que LA RAZÓN publicó durante dos meses han salido a la luz gracias al operativo del Ministerio Público y la Policía Nacional.


Muy pronto pues –en cuestión de días, o acaso de horas– podrá saberse quiénes ordenaron el “chuponeo” y entonces el círculo quedará cerrado. Veremos si también en esto acertamos al mencionar a ciertas empresas petroleras y bufetes cuyos nombres aparecían de manera recurrente en el curso de las pesquisas de nuestra Unidad de Investigación. A tal punto que en determinado momento comentamos que tanta coincidencia en nombres de personas y corporaciones era un imposible matemático. A estas alturas, como apunta el siempre agudo Miguel Ángel en su caricatura de hoy, hay varios que deben estar “como pato” a causa del destape.

Una lástima, por cierto, que una operación que debería merecer el aplauso unánime deje en evidencia esa característica tan nuestra de lo que en alguna ocasión bautizamos como el “síndrome de doña Flora”, que si no grita, llora. Nos referimos a aquellos que consideran “sospechoso” que se haya intervenido a la red mafiosa en momentos que la comisión investigadora del Congreso daba a conocer sus conclusiones sobre los “petroaudios”, insinuando que es una “cortina de humo” para desviar la atención. Absurdo. Y no menos jalado de los cabellos es sostener -como lo ha hecho en su blog y en declaraciones a una radio un escudero de Alejandro Toledo-, que los “chuponeadores” son poco menos que héroes que deberían ser condecorados por revelar actos de corrupción ¡De Ripley!

En adelante, habría que elevar las penas para aquellas personas que cometan el delito de interceptación telefónica. Y, como se hace con determinados insumos químicos en la lucha antinarcóticos, debería establecerse una regulación en la importación de equipos y accesorios que puedan servir para “chuponear” las comunicaciones, y así identificar a los compradores y vendedores finales. Pero eso es de cara al futuro. Ahora, es tiempo de celebrar que los “chuponeadores” ya no puedan hacer de las suyas. Chapeâu!

LA RAZON

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