26.12.08

Balance del fútbol

Este año que culmina fue testigo del intenso debate que se generó en torno a Manuel Burga y a la legalidad de su cargo como presidente de la Federación Peruana de Fútbol FPF. Idas y vueltas, confrontaciones subidas de tono, argumentos no menos interesantes –tanto a favor de Burga como en contra–, fueron la nota diaria del balompié nacional.

El desenlace todos lo conocemos. A las cartas enviadas entre los protagonistas de este entuerto, por un lado el Instituto Peruano del Deporte IPD y por el otro la Federación Internacional de Fútbol Asociado FIFA –dicho sea de paso, en medio también estuvieron otros actores como algunos congresistas de la República, la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional ADPF, los clubes y ligas departamentales, editores y comentaristas deportivos– se sumó la politización de una polémica en la que incluso el ministro de Educación no estuvo ausente. Pero la última de esas cartas fue la firmada conjuntamente por los dos personajes que más contribuyeron a empantanar el problema: Arturo Woodman (presidente del IPD) y Manuel Burga (presidente de la FPF). Ellos suscribieron una misiva en la que pidieron a la FIFA que deje sin efecto la suspensión que había impuesto al fútbol nacional por no reconocer precisamente a Burga en el cargo.

Así, días antes de Navidad, la FIFA aceptó el pedido de esta carta y ahora aparentemente todos respiran tranquilos. Decimos “aparentemente” porque no sería justo que se haya perdido tanto tiempo y se haya gastado tanto enfado en uno de los muchos problemas del fútbol peruano (la legalidad del presidente de la FPF) sin que ahora no hagamos una síntesis constructiva de ese debate a fin de que sirva para dar soluciones a preguntas centrales, como por ejemplo ¿por qué desde 1982 no vamos a un Mundial? O ¿por qué desde 1975 no campeonamos en la Copa América? O ¿por qué nuestros clubes hacen tan ridículo papel en la Copa Libertadores?

En ese sentido, a propósito del choque mediático entre burguistas y antibrguistas, del cruce de argumentos entre de especialistas del fútbol, de las opiniones de directores técnicos, periodistas y futbolistas, habría que retomar las ideas más importantes y viables para sacar del hoyo profundo en el que se encuentra al balompié peruano, deporte del que –no sabemos por qué– tanto espera la afición. No nos crucemos de brazos ante el perdón de la FIFA ni dejemos las cosas como están tras haberse superado la discusión sobre la legitimidad de una de las altas autoridades representativas de los equipos profesionales, e incluso de la Segunda División del fútbol peruano, como es el presidente de la FPF.

Antes que Manuel Burga acabe cómodamente su mandato en octubre del 2011, ¿no sería bueno aplicar fórmulas y programas para elevar el nivel de nuestro fútbol? Por ejemplo, ¿no es recomendable estudiar la experiencia del club San Martín de Porres, cuya condición de campeón ha sido resultado de la aplicación de una racional gerencia interna, de buenas prácticas corporativas y consecuencia de haber separado –por un lado– las funciones propias de un directorio empresarial de las tareas exclusivas –por el otro– de una dirigencia futbolística , de un director técnico y de los jugadores? Tal como ha dicho el nuevo entrenador de Universitario: los jugadores deberían de ser verdaderos futbolistas y no “peloteros”. ¿Cómo lograrlo? He aquí la gran cuestión.

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