31.12.08

Candidata a la contraloría

¿Quién debe dar la venia como si estuviésemos en un baile? Nada menos que el Congreso, que no tiene noción de lo que significa la lucha anticorrupción

Por: Abelardo Sánchez León

Escribir de Ingrid Suárez Velarde es un reto ya que no la conozco; prácticamente muy pocos deben conocerla y, sin embargo, me parece un tema pertinente para finalizar el año: ella pretende ser titular de la Contraloría General de la República, cuya principal misión es la lucha contra la corrupción. ¿Quién debe dar la venia como si estuviésemos en un baile cortesano? Nada menos que los congresistas, que no tienen noción de lo que significa esa lucha. Resulta paradójico que políticos tan cuestionados decidan su designación. Su hoja de vida es interesante y explica que sean pocos los que la conozcan: ingeniera industrial, dueña de una maestría en dirección de empresas, años trabajando en la banca y asesora del Ministerio de la Producción. Lo que se dice, una técnica. ¿Pero, y la lucha contra la corrupción? El mismo Congreso cuestiona esa laguna en su currículum, como si ese vacío no los favoreciera en un principio.


Hasta Alan García ha declarado que ser mujer es un punto a su favor, en la medida, suponemos, que son más rectas que los varones. Y eso que Ingrid no es rubia del todo, porque según sus declaraciones, le gustan los peruanos cobrizos, pero creo que cuando se trata de mujeres las prefiere rubias.


Ingrid tiene 47 años, una edad espléndida, pero carecemos de más datos. Me gustaría que fuese una mujer 'con pasado', sin que ese pasado la condene, por cierto, a pesar de haber asesorado a Rafael Rey.


Resulta curioso que la prensa no haya indagado sobre su vida privada en la misma medida que lo hace con los hombres. Hay un punto de partida que se mantiene incólume en nuestra idiosincrasia: si una mujer decide ingresar al ámbito público, debe estar limpia. Si, además, es ingeniera, hemos tropezado con una 'zanahoria'.


Pero como el Perú es un país de hombres desconfiados, digamos amoral e inmoral, piensan que una mujer sin calle resultaría poco idónea para enfrentar la corrupción que nos acecha.


La lucha contra la corrupción es difícil porque nos ha salpicado a todos. Pocos son los que gozan de una autoridad inmaculada para sancionar. Los congresistas deben sentirse mucho más cómodos en otras faenas, sin negociar con mujeres profesionales. ¿O preferirán quizá, para ocupar el cargo, a un militar como Edwin Donayre, parlanchín, medallero y mediático? Si hay que correr riesgos, es preferible que sea por una mujer.

No hay comentarios: