25.12.08

Reflexión navideña

Anoche, unos 1,100 millones de católicos celebraron y recordaron el nacimiento de quien para los creyentes es símbolo de la luz que vence las tinieblas y la muerte.

El simbolismo se expresó en las luces que se multiplicaron en casas y calles –hay en Surco, por ejemplo, varias cuadras bellamente iluminadas– en contraste con el oscuro panorama que se cierne sobre este turbulento planeta por la crisis económica global y la amenaza, también mundial, del terrorismo. Como hizo notar el Papa Benedicto XVI en un discurso ante la Curia romana, “existe el peligro general de un choque de civilizaciones y religiones, que todavía amenaza nuestro tiempo”.

Una obvia referencia al extremismo islámico, para el cual los católicos y sus “hermanos mayores” los judíos –como dijera el recordado Juan Pablo II– son adversarios que deben ser sometidos por la espada.

Pero bajo las luces que engalanan las ciudades en esta fecha entrañable y familiar, también se difumina un tema que preocupa al Pontífice desde la época que era el teólogo principal del Vaticano: la Navidad es un tiempo difícil para los católicos que quieren vivirla como tales, porque el peso mediático del consumismo es inmenso.

En numerosas ocasiones, Benedicto XVI ha expresado su desazón por este fenómeno de la pérdida del sentido profundamente religioso que para los cristianos y para Occidente debiera tener este tiempo. La humildad perece en medio de compras frenéticas y se olvida la razón verdadera de la conmemoración y la celebración. Este año, más que nunca, ante la crisis, y como obvio mecanismo de negación, la gente asaltó las tiendas cual cruzados que en vez de espadas blandían tarjetas de crédito.


El Papa lo atribuye al efecto del predominio secular, que provoca inseguridad por el futuro, la que se trata de atenuar adquiriendo y regalando objetos. “El gran problema del hombre contemporáneo es que intenta responder a los problemas de su vida sin contar con Dios”, dijo en un texto hace algo más de un año.

Quizá por ello, una de las primeras cosas que hizo Benedicto XVI al llegar al trono papal fue modificar la fórmula de la Consagración durante la misa católica, de modo que se diga que Jesús derramó su sangre “por muchos” hombres en vez de por “todos”. Una manera de enfatizar que la salvación no ocurre de manera automática, depende de la voluntad individual de ser signo de luz en un mundo acechado por tinieblas.

Ese es el reto que plantea el Pontífice a su grey en esta y cada Navidad: que cada creyente viva la fecha con el compromiso personal de contribuir a la salvación, la justicia y la paz que intentó instaurar el niño que nació hace poco más de dos mil años.

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