27.12.08

Neolengua

La prensa es una constante generadora de palabras nuevas y, a su vez, toma del lenguaje coloquial algunas palabras y las recicla dándoles otro contenido. Esos neologismos, cuando se incorporan al habla cotidiana, se convierten en emblemáticos de fenómenos que abarcan desde la política a la farándula. Y aparecen en los medios en gran cantidad cuando hay contextos políticos y sociales complejos, cosa que en nuestro país es pan de cada día.
En Argentina, han elaborado un diccionario con 1.300 términos surgidos sobre todo de los periódicos y que allá forman parte de la vida diaria, como “corralito” y “tractorazo”, que aquí solo pueden significar algo para los lectores muy informados de lo que ocurre en tierras gauchas (por si acaso, el primero se refiere a una restricción a la extracción de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorro impuesta por el gobierno de Fernando de la Rúa a fines del 2001. Y el otro a la rebelión del campo contra Cristina Kirchner en reclamo por la subida de las retenciones).


Quizá sea hora que entre nosotros se emprenda una iniciativa similar. Permitiría sin duda trazar un panorama acerca de cómo afectaron a la sociedad peruana hechos ocurridos desde el punto de vista político, económico y frívolo en los últimos años y cómo la prensa los redefinió desde un punto de vista lingüístico.

Por ejemplo, neologismos como claeísta, fonavista, paquetazo, autogolpe, vladivideos, pinchijusticia, avión parrandero, hora Cabana, blindaje, fábrica de firmas, chauchiller, caviares, arequipazo, megajuicio, otorongos, moqueguazo, chuponeo, petroaudios, urracos, figuretti y click, son fácilmente reconocibles por todos sin necesidad de mayores explicaciones.

También existen frases con contenido político solo comprensible para un peruano: “disolver, disolver”, “por Dios y por la plata”, “mi cholo es sano y sagrado”. Y palabras como apagón, yuca, aceitar o marcas tienen para nosotros un significado muy distinto al que figura en el diccionario de la Real Academia Española.

Junto con esto, tenemos expresiones y términos globalizados. No hay latinoamericano que no asocie “¿por qué no te callas?” con el estate quieto que le dio el Rey Juan Carlos a Chávez. Y ni qué hablar de “zapatazo”, desde hace pocas semanas vinculado eternamente al periodista iraquí que le arrojó su calzado a Bush. Ojalá que alguien (¿la doctora Martha Hildebrandt, quizá?) coja el guante y acometa la tarea de elaborar un diccionario de peruanismos periodísticos. Sería todo un faenón.


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