25.12.08

Cuentos de Navidad

Hay en este momento duras críticas contra el ministro de Economía, Luis Valdivieso, que exonera de impuestos a los grandes capitales especulativos pero quiere imponerlos a las gratificaciones. Eso, a pesar de la norma aprobada en el Congreso que libera a estas últimas de esa carga.

El ministro fondomonetarista atenta así contra los ingresos hogareños justo en vísperas de la Navidad y en una coyuntura económica en la que más bien se debe estimular la demanda solvente; es decir, la capacidad adquisitiva de los ciudadanos.

Esa conducta es del gobierno, no sólo de Valdivieso. Lo irritante es que a grandes empresas sí se les exonera de tributos e impuestos. Es el caso de las mineras, a las cuales el régimen aprista no quiso imponer un impuesto a las sobreganancias, implorándoles sólo un óbolo, que no solventan.

El congresista de AP Víctor Andrés García Belaunde ha explicado que el gobierno “exonera de impuestos a los grandes capitales que especulan y juegan en la bolsa, mientras que al trabajador sí le cobran rigurosamente”.

Ilustró su alegación con el caso de la compañía inglesa Monterrico Metals, dueña de Majaz, ardorosamente defendida por dos abogados poderosos, de ignotos honorarios: el Presidente Alan García y el otrora presidente del Consejo de Ministros Jorge del Castillo.

La minera fue vendida al grupo chino Zijin en la Bolsa de Valores de Londres; pero Monterrico Metals no pagó ni un céntimo al Perú por esa operación; en cambio, abonó 73 millones de libras esterlinas (algo más de 300 millones de soles) al Estado inglés.

Al ministro Valdivieso no se le puede reprochar ignorancia. Funcionario curtido del Fondo Monetario Internacional, sabe que las altas finanzas no se han hecho para las clases bajas.

En el momento en que escribimos no sabemos lo que ocurrirá con la exoneración de tributos a las gratificaciones, pero nos imaginamos que si el carpintero San José viviera en Lima le estaría cantando a su hijo único, Jesús, el Unigénito, estos versos de un villancico de Lope de Vega escrito hace cuatro siglos:

Dormid entre las pajas,
que aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven
serán mañana espinas
en corona cruel.

Digamos, prosiguiendo con la ficción, que el carpintero de Belén tendría que cantarle a su niño, con voz desgarrada, eso de “serán mañana espinas”. Mañana, es decir, el día de Navidad.

Sin embargo, tenemos que desear y desearnos: ¡Feliz Navidad!

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