La mesa redonda sobre reducción de la pobreza que organizó El Comercio ha permitido hacer una certera radiografía sobre el estado actual de los programas sociales, que debe llevar a su urgente reingeniería.
El diagnóstico es claro, grave y preocupante: se calcula que hay 11 millones de pobres y de ellos 4 millones (es decir, la séptima parte de los peruanos) que viven en pobreza extrema con menos de un dólar por día. Y se calcula que el Gobierno gasta 4.300 millones de soles en el presupuesto de programas sociales, lo que a decir de algunos podría ser insuficiente.
¿Pero por qué, a pesar de estos recursos, la pobreza no ha bajado significativamente en las últimas décadas? En el fondo lo que se revela son serios problemas de identificación, focalización y gestión del apoyo social, que no llega a los más pobres y puede ser fuente de desorden, corrupción y desperdicio de recursos.
A más de ello, recordemos que durante la autocracia fujimontesinista se manipuló políticamente dichos programas, en un intolerable chantaje con el hambre de los más necesitados.
¿Qué hacer ahora? Según los participantes, entre los cuales se contaba a la ministra de la Mujer, Carmen Vildoso, es urgente elaborar un padrón actualizado de beneficiarios, con lo cual se pueda focalizar e individualizar la ayuda. El Reniec podría apoyar entregando DNI a todos los peruanos a partir del primer añode edad, con lo que se pueda hacer un seguimiento puntual.
Eso nos lleva, desde una perspectiva más amplia, a exigir una política de evaluación por resultados, es decir, medir la gestión de los programas según el número de beneficiarios, los recursos utilizados, el incremento de los niveles de nutrición y los plazos establecidos para determinar si es conveniente seguir con ellos.
Luego, no se puede continuar con la dispersión y duplicación de recursos. La reingeniería del apoyo social tiene que llevar a explicar a los peruanos cuántos programas de apoyo social existen, de quién dependen, con qué presupuesto funcionan, así como dónde y a cuántas personas supuestamente benefician. Si no sabemos eso, definitivamente no se puede continuar aprobando presupuestos y menos ampliaciones de los mismos, como han solicitado algunos jefes de programa.
El tema es realmente importante, pues tiene que ver con la supervivencia de millones de compatriotas, que no pueden esperar. Pero, por lo mismo, resulta imprescindible que el Gobierno propicie y ordene un corte de gestión para acabar con el statu quo de ineficiencia, anunciar la reingeniería de los programas sociales y modular responsablemente sus presupuestos.
Todo ello bajo la premisa de que el asistencialismo tiene límites y plazos. A lo que debemos tender, finalmente, es a promover un dinamismo económico inclusivo que, a través de la generación de empleo, absorba gradualmente a la PEA y mejore la calidad de vida de los peruanos.
EL COMERCIO
El diagnóstico es claro, grave y preocupante: se calcula que hay 11 millones de pobres y de ellos 4 millones (es decir, la séptima parte de los peruanos) que viven en pobreza extrema con menos de un dólar por día. Y se calcula que el Gobierno gasta 4.300 millones de soles en el presupuesto de programas sociales, lo que a decir de algunos podría ser insuficiente.
¿Pero por qué, a pesar de estos recursos, la pobreza no ha bajado significativamente en las últimas décadas? En el fondo lo que se revela son serios problemas de identificación, focalización y gestión del apoyo social, que no llega a los más pobres y puede ser fuente de desorden, corrupción y desperdicio de recursos.
A más de ello, recordemos que durante la autocracia fujimontesinista se manipuló políticamente dichos programas, en un intolerable chantaje con el hambre de los más necesitados.
¿Qué hacer ahora? Según los participantes, entre los cuales se contaba a la ministra de la Mujer, Carmen Vildoso, es urgente elaborar un padrón actualizado de beneficiarios, con lo cual se pueda focalizar e individualizar la ayuda. El Reniec podría apoyar entregando DNI a todos los peruanos a partir del primer añode edad, con lo que se pueda hacer un seguimiento puntual.
Eso nos lleva, desde una perspectiva más amplia, a exigir una política de evaluación por resultados, es decir, medir la gestión de los programas según el número de beneficiarios, los recursos utilizados, el incremento de los niveles de nutrición y los plazos establecidos para determinar si es conveniente seguir con ellos.
Luego, no se puede continuar con la dispersión y duplicación de recursos. La reingeniería del apoyo social tiene que llevar a explicar a los peruanos cuántos programas de apoyo social existen, de quién dependen, con qué presupuesto funcionan, así como dónde y a cuántas personas supuestamente benefician. Si no sabemos eso, definitivamente no se puede continuar aprobando presupuestos y menos ampliaciones de los mismos, como han solicitado algunos jefes de programa.
El tema es realmente importante, pues tiene que ver con la supervivencia de millones de compatriotas, que no pueden esperar. Pero, por lo mismo, resulta imprescindible que el Gobierno propicie y ordene un corte de gestión para acabar con el statu quo de ineficiencia, anunciar la reingeniería de los programas sociales y modular responsablemente sus presupuestos.
Todo ello bajo la premisa de que el asistencialismo tiene límites y plazos. A lo que debemos tender, finalmente, es a promover un dinamismo económico inclusivo que, a través de la generación de empleo, absorba gradualmente a la PEA y mejore la calidad de vida de los peruanos.
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