21.1.09

EE.UU. y el Perú: Una nueva etapa de consolidación

La histórica toma de mando del cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, ha generado una enorme expectativa entre sus conciudadanos y en todo el orbe.


Ello no solo por ser el primer presidente afroamericano que ocupa el más alto cargo en la primera potencia, lo que implica un cambio profundo en la sociedad estadounidense, sino también por los enormes retos que debe enfrentar: la más grave crisis financiera, una profunda recesión y una ola de despidos; además de una difícil coyuntura internacional, que involucra a EE.UU. en cruentas y criticadas guerras en Iraq y Afganistán, a lo que habría que agregar el papel determinante en el Medio Oriente.


Ya en el poder Obama debe sumar a su reconocida capacidad de oratoria el liderazgo y el tino necesarios para formar un equipo ministerial y de asesores a la altura del momento. Así como no hizo de la raza y la reivindicación un tema de campaña, ahora ha hecho un llamado a todos sus compatriotas, sin distinción, a mantener la confianza en el país, pero también a asumir con entereza las graves decisiones para remontar la crisis.


Nada será fácil. Y así como en política internacional ha prometido redoblar esfuerzos para devolver a Estados Unidos el respeto como primera potencia, en cuanto a América Latina ha mencionado principalmente los casos de Cuba --señaló que no levantará el embargo y espera la ampliación de libertades-- y de Venezuela --acotó que Chávez ha sido una fuerza que ha impedido el progreso de la región--.


¿Qué significa para el Perú el inicio de este nuevo gobierno estadounidense? En los arduos días de campaña electoral, cuando se puso en entredicho la política de apertura comercial, el entonces senador Obama puso el TLC con el Perú como ejemplo de una negociación conveniente para ambos países.


Luego, apenas hace una semana, este tratado fue cerrado definitivamente por el ahora ex presidente Bush --pese a que algunos miembros del Partido Demócrata intentaron congelarlo-- y empezará a regir desde el 1 de febrero.


Se remarca así la solidez de una relación ciertamente privilegiada entre Estados Unidos y el Perú. Y eso es lo que debemos consolidar ahora: nuestra condición de aliados en la región y socios estratégicos, no exclusivamente en el plano comercial, a partir del aprovechamiento máximo de las ventajas del TLC.


Otro flanco es la cooperación en la lucha contra el narcotráfico, en lo que EE.UU. debe asumir todavía más la política de responsabilidad compartida. Es decir, no achacar la mayor carga a los países productores, sino convencerse de que como país de alto consumo le corresponde un esfuerzo proporcionalmente mayor. Relacionados con esto, hay asuntos como la cooperación militar, que deben analizarse en todas sus implicancias.


Otros temas puntuales que no pueden ser soslayados son la atención a la numerosa comunidad peruana que vive en Estados Unidos; la resolución del problema con la Universidad de Yale para que, respetando los convenios, se devuelva el patrimonio arqueológico de Machu Picchu; y finalmente, ahora que está en curso la demanda ante La Haya por la delimitación marítima con Chile, debemos recordarle a Estados Unidos su condición de garante y eventualmente de árbitro del cumplimiento del Tratado de 1929, aunque dicha posibilidad ha sido negada por nuestro canciller García Belaunde.


Se abre una nueva etapa en la relación bilateral y dependerá de nuestros gobernantes hacerla aun más sólida y fluida, para beneficiar el interés nacional y a la mayoría de peruanos.

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