21.1.09

Obama ante el abismo

La llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos ha despertado expectativas, exageradas en algunos, pesimistas en otros.

Lo que se puede afirmar es que está obligado a introducir cambios en la economía y la política exterior de su país, cambios que, sin embargo, no alterarán la línea imperialista del sistema.

Grave es la herencia que le deja Bush: un déficit interno de un trillón de dólares, un Wall Street en quiebra, un mundo capitalista al borde de un colapso duradero, dos guerras ya perdidas (Irak y Afganistán).

Hay otros rubros siniestros. La doctrina Bush de guerra preventiva significa una amenaza gangsteril.

Como expresa James Petras, esa doctrina no apunta a terroristas activos y armados. “Prevé destruir ‘planes y amenazas emergentes’. Los ‘planes’ se refieren a discusiones, ideas y debates: no se refieren a acciones”.

Es bueno recordarlo en nuestro país, donde un Ejecutivo y un Congreso irresponsables han dado a tropas estadounidenses licencia para ingresar con armas al territorio nacional.

Bush es el mandatario que en 2007 decretó que la Tercera Convención de Ginebra -referente al trato a los enemigos capturados en tiempos de guerra- no se aplicaba a las fuerzas de al-Qaeda y los talibanes.

Eso condujo a las torturas en Abu Ghraib y Guantánamo, torturas que avergüenzan a Norteamérica.

Extremó Bush asimismo la política intervencionista y la agresión económica contra Cuba.

Ese repertorio de iniquidades coloca a Obama ante el deber del cambio, que fue la clave de sus promesas y su popularidad.

Frente a la crisis, Obama ha dicho que el país no puede continuar perdiendo un millón de empleos por mes.

¿Qué hacer?

Jeffrey D. Sachs, el economista neoliberal de bandera, plantea en Time del 19 de enero que Estados Unidos necesita un Estado más grande: “La recuperación económica requerirá una expansión masiva del gasto público”.

Obama deberá cambiar la dirección de la flecha fiscal: ya no tanto dinero para bancos y aseguradoras que engañaron y estafaron a los ciudadanos, sino más bien para obras y empleos.

Tendrá que cumplir asimismo con el retiro gradual del ejército norteamericano en Irak.

En cuanto a América Latina, el flamante jefe de la Casa Blanca deberá tomar en cuenta que acá flamean banderas de independencia.

Hace poco, los mandatarios de nuestra América pidieron que cese el embargo económico y comercial contra Cuba. Obama acaba de afirmar que no suprimi-rá ese boicot. Es probable, sí, que suspenda la restricción a los viajes y las remesas de dinero.

Obama encarna un gran cambio cultural de los estadounidenses. Su condición de afroamericano ha derrotado viejos y torpes prejuicios. Por eso mismo debería acercarse más a los problemas, anhelos y esperanzas de la América indígena y morena.


LA PRIMERA

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