Ni siquiera Martin Luther King hubiera soñado que llegaría el día en que juramentaría a la presidencia un ciudadano negro. Para una sociedad que hace solo una generación todavía le negaba a las minorías raciales los más elementales derechos civiles, el salto ha sido increíble. En realidad, la movilidad social en los Estados Unidos se ha acelerado tremendamente los últimos 25 años de la mano con el desarrollo económico, siendo un ejemplo para sociedades aún acalambradas como la nuestra al demostrar que es perfectamente posible liberarse, gracias a la modernidad, de las taras que los pueblos arrastran a lo largo de su historia solo por temor al cambio.
Sin embargo, Barack Obama está llegando al poder justamente cuando la locomotora que impulsó la movilidad social, una economía en expansión, se ha frenado en seco. Por toda la implicancia histórica de su elección, el hecho real es que el éxito o fracaso de su primer gobierno –y cualquier posibilidad de una eventual reelección– estará determinado fundamentalmente por su manejo de la crisis financiera. Lamentablemente, la solución no será fácil. Para empezar, aun antes de sentarse en la Casa Blanca, ya hereda un déficit fiscal de más de un millón de millones de dólares. Es decir, su gobierno tendrá que endeudarse el equivalente a diez veces el Perú solo para cubrir la brecha anual. Peor aún, la mitad de ese déficit fue generado por paquetes de rescate aprobados desde setiembre; sin embargo, la economía estadounidense no ha reaccionado en absoluto y sigue en profunda recesión.
Incluso, la fuerte caída de ayer en Wall Street, cuando el resto del país estaba disfrutando de la alegría de una desbordante expectativa, fue un recordatorio de que la situación es tan grave que en esta ocasión podría no durar mucho la tradicional luna de miel con el nuevo gobernante.
Por otro lado, si logra restablecer algo de confianza en la economía norteamericana con las primeras medidas que tome y, luego, que se vislumbre el fin de la actual depresión antes de que concluya su primer año, entonces tendrá el mundo a su disposición. De ser ese el caso, sí podría lograr durante su mandato el sueño de fundar nuevamente a su nación. En realidad, muy pocas veces se ha visto en ese país tanta esperanza en la llegada de un nuevo gobierno. Es un activo que, sin duda, Obama sabrá utilizar.
PERU 21
Sin embargo, Barack Obama está llegando al poder justamente cuando la locomotora que impulsó la movilidad social, una economía en expansión, se ha frenado en seco. Por toda la implicancia histórica de su elección, el hecho real es que el éxito o fracaso de su primer gobierno –y cualquier posibilidad de una eventual reelección– estará determinado fundamentalmente por su manejo de la crisis financiera. Lamentablemente, la solución no será fácil. Para empezar, aun antes de sentarse en la Casa Blanca, ya hereda un déficit fiscal de más de un millón de millones de dólares. Es decir, su gobierno tendrá que endeudarse el equivalente a diez veces el Perú solo para cubrir la brecha anual. Peor aún, la mitad de ese déficit fue generado por paquetes de rescate aprobados desde setiembre; sin embargo, la economía estadounidense no ha reaccionado en absoluto y sigue en profunda recesión.
Incluso, la fuerte caída de ayer en Wall Street, cuando el resto del país estaba disfrutando de la alegría de una desbordante expectativa, fue un recordatorio de que la situación es tan grave que en esta ocasión podría no durar mucho la tradicional luna de miel con el nuevo gobernante.
Por otro lado, si logra restablecer algo de confianza en la economía norteamericana con las primeras medidas que tome y, luego, que se vislumbre el fin de la actual depresión antes de que concluya su primer año, entonces tendrá el mundo a su disposición. De ser ese el caso, sí podría lograr durante su mandato el sueño de fundar nuevamente a su nación. En realidad, muy pocas veces se ha visto en ese país tanta esperanza en la llegada de un nuevo gobierno. Es un activo que, sin duda, Obama sabrá utilizar.
PERU 21
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