Hace casi siete años, el Perú planteó por primera vez, de manera formal, negociar un TLC con Estados Unidos. Durante todo ese período se llevó a cabo no solo una compleja y extensa negociación bilateral, sino que, además, el tema generó un debate interno –que nunca antes habíamos tenido con esa intensidad– sobre política comercial. Al final de un largo recorrido tenemos ahora un acuerdo que ha sido ampliamente debatido, cuyos costos y beneficios han sido profundamente analizados y estamos, por tanto, como país listos para el gran salto al mercado. Sin embargo, a escasos diez días del fin del gobierno de George W. Bush todavía no hemos logrado poner en vigencia el tratado.
Mas aún, la urgencia de lograr cerrar el proceso antes del 20 de enero es innegable. Ese día asume no solo un nuevo presidente en Washington, sino que ingresa un nuevo partido político al Ejecutivo, por lo que serán reemplazados varios miles de funcionarios. Aquellos que recién entran a sus cargos se tomarán, lógicamente, algún tiempo para empaparse en sus temas. Por lo que aun de no aparecer ningún problema con la nueva administración, la entrada en vigencia del TLC se postergaría indefinidamente de cualquier manera.
Por ello es vital que el Congreso apruebe el martes las dos modificaciones a los decretos legislativos que se han planteado y que el gobierno promulgue de inmediato cuanto reglamento tenga aún pendiente. Solo así podremos exigir que la actual contraparte estadounidense, antes de hacer sus maletas, ponga en marcha el tratado. El riesgo de caer en complacencia y dejar que el plazo venza es alto. En primer lugar, uno nunca sabe en política cuando se cambia aun lo pactado, así que siempre hay que asegurarlo, por si acaso. Por otro lado, su entrada en vigencia sería una excelente noticia que levantaría las expectativas empresariales, que hoy ya no son tan optimistas como lo eran antes.
Finalmente, este sí es un tema que nos diferencia claramente de otros países de la región en materia de captación de inversión, ya que sería el último TLC que acepten tanto el gobierno como el Congreso Estadounidense por algunos años. Sería realmente lamentable perder esta oportunidad. Después de tanto remar tenemos de todas maneras que llegar.
PERU 21
Mas aún, la urgencia de lograr cerrar el proceso antes del 20 de enero es innegable. Ese día asume no solo un nuevo presidente en Washington, sino que ingresa un nuevo partido político al Ejecutivo, por lo que serán reemplazados varios miles de funcionarios. Aquellos que recién entran a sus cargos se tomarán, lógicamente, algún tiempo para empaparse en sus temas. Por lo que aun de no aparecer ningún problema con la nueva administración, la entrada en vigencia del TLC se postergaría indefinidamente de cualquier manera.
Por ello es vital que el Congreso apruebe el martes las dos modificaciones a los decretos legislativos que se han planteado y que el gobierno promulgue de inmediato cuanto reglamento tenga aún pendiente. Solo así podremos exigir que la actual contraparte estadounidense, antes de hacer sus maletas, ponga en marcha el tratado. El riesgo de caer en complacencia y dejar que el plazo venza es alto. En primer lugar, uno nunca sabe en política cuando se cambia aun lo pactado, así que siempre hay que asegurarlo, por si acaso. Por otro lado, su entrada en vigencia sería una excelente noticia que levantaría las expectativas empresariales, que hoy ya no son tan optimistas como lo eran antes.
Finalmente, este sí es un tema que nos diferencia claramente de otros países de la región en materia de captación de inversión, ya que sería el último TLC que acepten tanto el gobierno como el Congreso Estadounidense por algunos años. Sería realmente lamentable perder esta oportunidad. Después de tanto remar tenemos de todas maneras que llegar.
PERU 21
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