¿Sangre, sudor y lágrimas ministeriales?
Siempre he estado a favor de que el gobierno ofrezca remuneraciones competitivas para atraer recursos humanos calificados, pero este aumento que se acaban de dar los ministros para ganar S/.23,200 al mes, como los congresistas, es un grave error.
La medida pretende rectificar la metida de pata del presidente Alan García. Al inició del gobierno, él decretó una reducción de sueldos –empezando por el suyo– que era demagógica pues mejoraba su popularidad sin prever el efecto en la fuga de talentos que efectivamente se produjo desde entonces.
Incluso, no hace mucho, el 20 de octubre del 2008, el presidente criticó a jueces y congresistas por subirse el sueldo cuando, según dijo, se requería austeridad. “A veces me piden pagarles a ministros como en los bancos internacionales, pero les digo que el honor de ser ministro y haberle servido al país vale más”, señaló entonces.
Pero ahora, sin una explicación de por medio, se decide el aumento de sueldos del gabinete, el cual, según el ministro Antonio Brack, fue idea del propio presidente.
Una gestión pública exitosa depende mucho del concurso de funcionarios y técnicos de calidad cuyo reclutamiento y retención exige remuneraciones competitivas. Así, recortar sueldos en ese nivel no es señal de austeridad sino de falta de comprensión de los requisitos de las buenas políticas públicas. Por dicho motivo, la creación de Servir (la autoridad nacional del servicio civil), que busca el reclutamiento de gerentes capaces para la gestión pública, es una idea magnífica.
Pero la efectividad de las políticas públicas también demanda políticos sensibles con el sentir de la población y con la capacidad de realizar gestos y esfuerzos visibles que hagan sentir a la gente que todos están en el mismo bote.
La oportunidad del aumento que se han dado los ministros es, por decir lo menos, lamentable por la coincidencia con el anuncio de los planes anticrisis y de lucha contra la pobreza. No es un asunto de montos, sino de las señales que se lanza a la gente al inicio de un año duro como este. El aumento debió ser para funcionarios y técnicos; no para ministros que tiene otro tipo de compensación y cuyo paso siempre es temporal.
El premier Yehude Simon dice que el aumento no afecta las normas de austeridad. Cierto, pero sí mella las de conducta política básica para sintonizar con la población.
Todos iremos en el mismo bote, pero la señal que han lanzado los ministros es que ellos –junto con los congresistas– viajarán en la primera clase de este Titanic en el que parecen haberse metido por la falta de olfato político.
Siempre he estado a favor de que el gobierno ofrezca remuneraciones competitivas para atraer recursos humanos calificados, pero este aumento que se acaban de dar los ministros para ganar S/.23,200 al mes, como los congresistas, es un grave error.
La medida pretende rectificar la metida de pata del presidente Alan García. Al inició del gobierno, él decretó una reducción de sueldos –empezando por el suyo– que era demagógica pues mejoraba su popularidad sin prever el efecto en la fuga de talentos que efectivamente se produjo desde entonces.
Incluso, no hace mucho, el 20 de octubre del 2008, el presidente criticó a jueces y congresistas por subirse el sueldo cuando, según dijo, se requería austeridad. “A veces me piden pagarles a ministros como en los bancos internacionales, pero les digo que el honor de ser ministro y haberle servido al país vale más”, señaló entonces.
Pero ahora, sin una explicación de por medio, se decide el aumento de sueldos del gabinete, el cual, según el ministro Antonio Brack, fue idea del propio presidente.
Una gestión pública exitosa depende mucho del concurso de funcionarios y técnicos de calidad cuyo reclutamiento y retención exige remuneraciones competitivas. Así, recortar sueldos en ese nivel no es señal de austeridad sino de falta de comprensión de los requisitos de las buenas políticas públicas. Por dicho motivo, la creación de Servir (la autoridad nacional del servicio civil), que busca el reclutamiento de gerentes capaces para la gestión pública, es una idea magnífica.
Pero la efectividad de las políticas públicas también demanda políticos sensibles con el sentir de la población y con la capacidad de realizar gestos y esfuerzos visibles que hagan sentir a la gente que todos están en el mismo bote.
La oportunidad del aumento que se han dado los ministros es, por decir lo menos, lamentable por la coincidencia con el anuncio de los planes anticrisis y de lucha contra la pobreza. No es un asunto de montos, sino de las señales que se lanza a la gente al inicio de un año duro como este. El aumento debió ser para funcionarios y técnicos; no para ministros que tiene otro tipo de compensación y cuyo paso siempre es temporal.
El premier Yehude Simon dice que el aumento no afecta las normas de austeridad. Cierto, pero sí mella las de conducta política básica para sintonizar con la población.
Todos iremos en el mismo bote, pero la señal que han lanzado los ministros es que ellos –junto con los congresistas– viajarán en la primera clase de este Titanic en el que parecen haberse metido por la falta de olfato político.
LA REPUBLICA




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