Por lo general se da más espacio y cobertura a la construcción, la banca o los servicios antes que a la agricultura. Las perspectivas agrarias (problemas y soluciones) en el 2009 deberían traer como objetivo logros concretos en el campo. Evidentemente existe un sector moderno en la producción agraria –la llamada agroindustria mayoritariamente conformada por los agroexportadores–, sin embargo hace falta que otros actores cooperen con las políticas diseñadas para innovar las prácticas y los procedimientos productivos agrícolas destinados al desarrollo rural.
Se necesita, por ejemplo, que la Junta Nacional de Usuarios de los Distritos de Riego del Perú (JNUDRP) coadyuve a explicar que el agua es de uso público. Según la Constitución y la ley el agua es del Estado, y lo que hace éste –para dinamizar su aplicación– es entregar licencias de concesión para su uso. De manera que acusar al Decreto Legislativo 1081 –que creó el Sistema Nacional de Recursos Hídricos (en manos del Ministerio de Agricultura MINAG)– de propiciar la “privatización” agrícola es demagógico. Por cierto, ¿qué tendría de malo aquella privatización? Nada. Solo que la izquierda lo impide por complejo social y pura politiquería electorera. Aquí cabe recordar que la razón fundamental por la que el campo peruano es de los más pobres e ineficientes del planeta, es precisamente debido a esa suerte de colectivización agraria que aún rige en el país tras la socialización que impuso la dictadura militar de Velasco Alvarado.
Entonces los canales de diálogo entre la autoridad y los regantes nunca deberían enfriarse. Pues, precisamente, mediante la estrecha coordinación entre ambas partes no solo se encontrarán alternativas frente a los diferentes puntos de vista, sino que también al abordar otros aspectos vinculados al agua, como mejorar la eficiencia del riego. Recordemos que en este país, según el ministro de Agricultura, Carlos Leyton, es de 19 por ciento mientras que en naciones europeas o en Israel es del 90 por ciento. Para superar esta deficiencia se requiere tener conciencia de la urgencia de luchar contra la falta de infraestructura agraria conformada por canales de regadío, reservorios, sistemas de riego tecnificado, etc. Inclusive en este, como en otros temas, se necesita la participación de más gremios agrarios –verdaderamente productivos–, así como foros importantes que impulsen la institucionalidad rural y el asesoramiento a las asociaciones de agricultores desde una perspectiva profesional, no sectaria, gremialista ni politizada, desde luego.
Sin embargo entre los retos del Minag no solo está el que nace de la problemática agraria sino también el relacionado al sector ganadero; en particular al lechero, que de seguro este año nuevamente expondrá sus pedidos para que se solucionen sus problemas. De modo que es fundamental prestar atención a las actividades agropecuarias del país a fin de que se dé un gran salto cualitativo en los próximos años y se corrijan las taras heredadas del velasquismo que nacieron a partir de una nefasta “reforma agraria” de carácter revanchista, apenas meses después de que se produjera el golpe del 3 de octubre de 1968.
Se necesita, por ejemplo, que la Junta Nacional de Usuarios de los Distritos de Riego del Perú (JNUDRP) coadyuve a explicar que el agua es de uso público. Según la Constitución y la ley el agua es del Estado, y lo que hace éste –para dinamizar su aplicación– es entregar licencias de concesión para su uso. De manera que acusar al Decreto Legislativo 1081 –que creó el Sistema Nacional de Recursos Hídricos (en manos del Ministerio de Agricultura MINAG)– de propiciar la “privatización” agrícola es demagógico. Por cierto, ¿qué tendría de malo aquella privatización? Nada. Solo que la izquierda lo impide por complejo social y pura politiquería electorera. Aquí cabe recordar que la razón fundamental por la que el campo peruano es de los más pobres e ineficientes del planeta, es precisamente debido a esa suerte de colectivización agraria que aún rige en el país tras la socialización que impuso la dictadura militar de Velasco Alvarado.
Entonces los canales de diálogo entre la autoridad y los regantes nunca deberían enfriarse. Pues, precisamente, mediante la estrecha coordinación entre ambas partes no solo se encontrarán alternativas frente a los diferentes puntos de vista, sino que también al abordar otros aspectos vinculados al agua, como mejorar la eficiencia del riego. Recordemos que en este país, según el ministro de Agricultura, Carlos Leyton, es de 19 por ciento mientras que en naciones europeas o en Israel es del 90 por ciento. Para superar esta deficiencia se requiere tener conciencia de la urgencia de luchar contra la falta de infraestructura agraria conformada por canales de regadío, reservorios, sistemas de riego tecnificado, etc. Inclusive en este, como en otros temas, se necesita la participación de más gremios agrarios –verdaderamente productivos–, así como foros importantes que impulsen la institucionalidad rural y el asesoramiento a las asociaciones de agricultores desde una perspectiva profesional, no sectaria, gremialista ni politizada, desde luego.
Sin embargo entre los retos del Minag no solo está el que nace de la problemática agraria sino también el relacionado al sector ganadero; en particular al lechero, que de seguro este año nuevamente expondrá sus pedidos para que se solucionen sus problemas. De modo que es fundamental prestar atención a las actividades agropecuarias del país a fin de que se dé un gran salto cualitativo en los próximos años y se corrijan las taras heredadas del velasquismo que nacieron a partir de una nefasta “reforma agraria” de carácter revanchista, apenas meses después de que se produjera el golpe del 3 de octubre de 1968.
expreso




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