4.12.08

Vaivenes de la corrupción

Por Fernando Rospigliosi

El presidente Alan García ha oscilado fuertemente en los últimos dos meses sobre el asunto de la corrupción en su gobierno. Desde la inicial durísima condena a los involucrados, la misma noche del 5 de octubre y días siguientes, hasta sus recientes declaraciones en las que el escándalo es rebajado a la categoría de “escandalete” sin importancia.

Desde la destitución del Premier y el gabinete en pleno por las denuncias de corrupción, y el nombramiento de un hombre honrado, Yehude Simon; hasta el reemplazo de la pulcra Verónica Zavala por el aprista Enrique Cornejo –con experiencia en el primer gobierno de García- y el ingreso de otra aprista, Nidia Vílchez -también con trayectoria-, al gabinete.

SE LE PASÓ EL SUSTO

Estas últimas designaciones indican claramente que al presidente García ya se le pasó el susto, cree tener controlada la situación y, por tanto, puede hacer lo que le da la gana otra vez.

Le importa poco haber caído otra vez en las encuestas. En la última nacional de Ipsos Apoyo tiene un magro 19% de aprobación y 77% de rechazo. La segunda razón de desaprobación es “porque hay mucha corrupción en su gobierno” (42%).

Otra vez Alan García expresa su profundo desprecio por los peruanos a los que cree puede manejar a su antojo. Como dijo en una reciente entrevista, “somos un pueblo quejoso, que han maleducado a través de paradigmas como Atahualpa, que vende su alma al diablo por un rescate. Entonces nos hemos acostumbrado a creer que somos un país derrotado”. (El Comercio 20.11.08).

Estos peruanos quejosos, maleducados, derrotistas, que venden su alma al diablo, pueden ser conducidos como un rebaño por donde el guía iluminado quiera llevarlos, de acuerdo a la opinión presidencial.

LA CORRUPCIÓN AVANZA

Hay que reconocer que en las últimas semanas los corruptos han logrado varios puntos, sobre todo en ganar la adhesión de medios de comunicación, silenciar a algunos periodistas y lograr el respaldo y el servilismo de otros, que trabajan incansablemente por confundir.

Una de las técnicas típicas de la corrupción en estos casos, es inventar falsas evidencias y luego desmentirlas para después tratar de desacreditar las pruebas reales. Hay casos patéticos de gente que pasa semanas tratando de probar la falsedad de documentos que sólo ella posee y que nadie ha difundido.

La sospechosa defensa de individuos, que no han sido acusados, es también otro indicio de que hay personas que tienen temor de ser descubiertas. La enternecedora campaña para probar la inocencia de un ex ministro –de currículo envidiable- al que nadie ha culpado y su socio, un adicto a los maletines, muestra que hay gente que no sólo tiene rabo de paja, sino que está realmente preocupada.

De lo contrario no se expondrían como lo están haciendo.

DENUNCIAR A LOS DENUNCIANTES

Otra de las técnicas es atacar a los que efectuaron las denuncias. Un caso clarísimo es el de Augusto Álvarez Rodrich, cesado hace poco de la dirección de Perú.21 –por “razones empresariales”- y a quien ahora atacan con saña. La idea es lograr apartarlo también de Radio Programas del Perú y maltratarlo para que sirva de ejemplo a otros.

También pretenden investigar a varios que jugamos algún papel en la difusión de los llamados petroaudios, igualmente con la finalidad de amedrentar y disuadir a otros para que no sigan ese camino.

En el mismo sentido, la operación de insultar y calumniar a los que se atrevieron a denunciar la corrupción ante la opinión pública es incesante. Para ello cuentan con un amplio abanico de asistentes, desde periodistas de farándula convertidos en analistas de inteligencia hasta antiguos servidores de Fernando Zevallos ahora al servicio de un ex Premier.

RECIÉN COMIENZA

No obstante, todas estas son solamente escaramuzas. Falta un largo trecho por recorrer. La corrupción ha ganado posiciones en los medios de comunicación, pero no tiene el control total de ellos. Desarrolla persistentes campañas de desinformación, pero no logra convencer a muchos, a juzgar por las encuestas.

En la fiscalía y el poder judicial se libra una batalla fundamental porque es allí, finalmente, donde se determinarán responsabilidades y sanciones. Fiscales y jueces honestos deben poder hacer su trabajo y resistir la presión de los corruptos y el poder político. La vigilancia ciudadana es fundamental para evitar que las influencias políticas y las dádivas tentadoras puedan torcer el rumbo de magistrados débiles o venales.

Si se conservan espacios abiertos en los medios, periodistas y propietarios que no se dejen intimidar, es probable que aparezcan nuevos indicios que permitan ahondar en las investigaciones de la red de corrupción. Eso, a su vez, ayudará a que las instancias judiciales puedan progresar en sus pesquisas.

Si se logra eso, el Perú habrá dado un enorme paso adelante, continuando con los avances que logró el sistema anticorrupción con los cabecillas de la dictadura de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.

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