Por: Alfredo Torres Guzmán. Ipsos Apoyo
Alguna vez le preguntaron a un ex presidente del Perú a qué personaje peruano admiraba y contestó, sin inmutarse, que a ninguno. El libro que acaba de publicar la UPC, "Veinte peruanos del siglo XX", compilado por Pedro Cateriano, debería ayudar a que futuros dirigentes no incurran en semejante demostración de soberbia y crasa ignorancia.
El libro incluye ensayos sobre la vida de Manuel González Prada, Francisco García Calderón, Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero y Osma, César Vallejo, Honorio Delgado, José Luis Bustamante y Rivero, Pedro Beltrán, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre, José María Arguedas, Fernando Belaunde Terry, Luis Bedoya Reyes, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Luis Banchero Rossi y Mario Vargas Llosa.
Toda selección de esta naturaleza es controversial pero, en mi opinión, la lista conformada acierta al presentar un conjunto de peruanos que no solo tuvieron gran influencia sino que sus conductas fueron igualmente dignas de admiración. Podría cuestionarse que en la lista figure solo una mujer --yo habría incluido a Chabuca Granda-- pero la realidad es que las mujeres ingresan de manera significativa a la actividad pública nacional recién en los últimos lustros del siglo XX.
Uno de los elementos comunes que destaca cuando uno recorre el siglo pasado a través de la vida de estos peruanos es su cosmopolitismo. Desde García Calderón, que escribe en 1907 en francés su gran obra "Le Pérou Contemporaine", hasta Vargas Llosa, el peruano más universal, la mayoría de estas personalidades ha vivido algún tiempo fuera del país y casi todos han pasado por París. Dicen que el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando y la vida de estos peruanos notables es una prueba de ello: todos han sido patriotas, en el sentido de que han amado al Perú, pero sus ideas nunca fueron excluyentemente nacionalistas, sino abiertas al mundo.
Otra cualidad que comparten estos veinte peruanos es su integridad. El sentido del honor y la palabra empeñada, la voluntad de ser escrupulosamente honestos y la sensibilidad hacia el prójimo aparecen nítidamente a lo largo de sus vidas. Lo que no les impidió ser mordaces cuando era necesario. Por ejemplo, cuando Fernando Belaunde fue detenido por su actividad política, en 1956, y la policía le increpó: "Diga si es verdad que lo encontraron disfrazado con un poncho", el arquitecto respondió: "El poncho no es un disfraz en el Perú, es el uniforme de las mayorías nacionales. Entiendo, sin embargo, que lo desprecien los hombres del gobierno, pues es la única prenda de vestir que carece de bolsillos".
Las reflexiones de Jorge Basadre ilustran bien la actitud ética que compartieron estos ilustres peruanos, incluyendo sin duda a quienes continúan en actividad. Decía Basadre: "A la larga, lo que importa en la vida y en la obra es ser leal consigo mismo, proceder de acuerdo con el fondo insobornable que todos llevamos dentro [...] Y lo más importante de todo: buscar y tratar de mantener la paz interior como algo de mayor valía que cualquiera de los títulos mundanos, es decir, una conciencia tranquila".
Alguna vez le preguntaron a un ex presidente del Perú a qué personaje peruano admiraba y contestó, sin inmutarse, que a ninguno. El libro que acaba de publicar la UPC, "Veinte peruanos del siglo XX", compilado por Pedro Cateriano, debería ayudar a que futuros dirigentes no incurran en semejante demostración de soberbia y crasa ignorancia.
El libro incluye ensayos sobre la vida de Manuel González Prada, Francisco García Calderón, Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero y Osma, César Vallejo, Honorio Delgado, José Luis Bustamante y Rivero, Pedro Beltrán, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre, José María Arguedas, Fernando Belaunde Terry, Luis Bedoya Reyes, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Luis Banchero Rossi y Mario Vargas Llosa.
Toda selección de esta naturaleza es controversial pero, en mi opinión, la lista conformada acierta al presentar un conjunto de peruanos que no solo tuvieron gran influencia sino que sus conductas fueron igualmente dignas de admiración. Podría cuestionarse que en la lista figure solo una mujer --yo habría incluido a Chabuca Granda-- pero la realidad es que las mujeres ingresan de manera significativa a la actividad pública nacional recién en los últimos lustros del siglo XX.
Uno de los elementos comunes que destaca cuando uno recorre el siglo pasado a través de la vida de estos peruanos es su cosmopolitismo. Desde García Calderón, que escribe en 1907 en francés su gran obra "Le Pérou Contemporaine", hasta Vargas Llosa, el peruano más universal, la mayoría de estas personalidades ha vivido algún tiempo fuera del país y casi todos han pasado por París. Dicen que el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando y la vida de estos peruanos notables es una prueba de ello: todos han sido patriotas, en el sentido de que han amado al Perú, pero sus ideas nunca fueron excluyentemente nacionalistas, sino abiertas al mundo.
Otra cualidad que comparten estos veinte peruanos es su integridad. El sentido del honor y la palabra empeñada, la voluntad de ser escrupulosamente honestos y la sensibilidad hacia el prójimo aparecen nítidamente a lo largo de sus vidas. Lo que no les impidió ser mordaces cuando era necesario. Por ejemplo, cuando Fernando Belaunde fue detenido por su actividad política, en 1956, y la policía le increpó: "Diga si es verdad que lo encontraron disfrazado con un poncho", el arquitecto respondió: "El poncho no es un disfraz en el Perú, es el uniforme de las mayorías nacionales. Entiendo, sin embargo, que lo desprecien los hombres del gobierno, pues es la única prenda de vestir que carece de bolsillos".
Las reflexiones de Jorge Basadre ilustran bien la actitud ética que compartieron estos ilustres peruanos, incluyendo sin duda a quienes continúan en actividad. Decía Basadre: "A la larga, lo que importa en la vida y en la obra es ser leal consigo mismo, proceder de acuerdo con el fondo insobornable que todos llevamos dentro [...] Y lo más importante de todo: buscar y tratar de mantener la paz interior como algo de mayor valía que cualquiera de los títulos mundanos, es decir, una conciencia tranquila".
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