26.3.09

Asuntos bilaterales

Es necesario enviarle a Bolivia un mensaje claro y directo a fin de que mantenga la ponderación y no interfiera en el legítimo derecho que tiene el Perú a delimitar su frontera marítima con Chile, pues además de ser una decisión soberana, la única demanda peruana ante la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, no está atada al Alto Perú por ningún documento, tratado o convenio. Es más, el espacio de mar que perdió Bolivia ante Chile es más austral que el territorio oceánico que reclama el Perú. Resulta entonces necesario rechazar la intención de la máxima autoridad del Estado boliviano, el presidente Evo Morales, y las afirmaciones de un ex presidente como es Jorge Quiroga, sosteniendo que la demanda del Perú ante La Haya perjudica la salida al mar de Bolivia. Ambos dirigentes han asumido una actitud reprobable a la luz del derecho, la diplomacia y los mecanismos de la política exterior. En el caso de las declaraciones del mandatario boliviano, éste sabía por anticipado de la presentación de la demanda a través de la propia Cancillería peruana. Y en cuanto a las palabras del señor Quiroga, quien dice que la disputa entre el Perú y Chile se da sobre “aguas bolivianas”, sencillamente debemos repudiarlas por irresponsables y falsas, sin dejar de lado que lo único que han conseguido es poner en evidencia el grado de ignorancia de quien las pronunció por su deprimente desconocimiento de la historia y la geografía.

Los bolivianos en general deberían estar muy agradecidos al Perú por varias razones. En primer lugar, porque es difícil olvidar que fuimos una misma y gran nación, dividida lamentablemente por Simón Bolívar y su lugarteniente Antonio José de Sucre. La vanidad de ese libertador, hoy tan promocionado por la propaganda chavista, acabó cercenando la nación peruana al crear un Estado bajo el –curioso– nombre de Bolivia sobre territorios que conformaban el Alto Perú. En segundo lugar, porque fuimos nosotros los que salimos a defenderlos de una guerra en la cual la nación agresora –Chile– se había preparado por lo menos diez años antes para el conflicto de 1879 con la intención de expandir su territorio –que no llegaba a los 400 mil kilómetros cuadrados– y tomar las enormes riquezas salitreras, mineras y marítimas concentradas desde Antofagasta hasta Arica. Perú tuvo que pagar un alto precio por cumplir la palabra empeñada y el honor de no dejar desamparada a Bolivia.

Por ello deploramos que el presidente de Bolivia no tenga las calidades de estadista para reflexionar sobre la historia, algo que debería unirnos por encima de diferencias ideológicas. Después de 130 años de la Guerra del Pacífico seamos serios en reconocer que existen asuntos de exclusiva naturaleza bilateral, como es la delimitación marítima entre Perú y Chile sobre aguas que –por derecho internacional y el uso y costumbre de más de medio siglo– son peruanas. En lo que se refiere a la salida al mar de Bolivia, este es un asunto bilateral boliviano-chileno. Y según los tratados, sólo si Chile dispone que Bolivia salga al mar por Arica recién se llamaría en consulta al gobierno de Lima. Esta situación aún no se ha dado, pues Chile ha rehuido solucionar la llamada mediterraneidad de Bolivia. No obstante cada vez que Santiago intuye que las cosas se complican con el Perú, astutamente saca a relucir la carta de la salida al mar de su otro vecino. Pero ello son solo provocaciones. Mientras tanto que Bolivia respete la demanda del Perú ante La Haya.


EXPRESO

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