27.3.09

Sigue dividiendo

La CVR, no obstante haber concluido sus funciones “oficiales” –arrancadas bajo presión a los ex presidentes Paniagua y Toledo– sigue existiendo mediáticamente. De otro lado, su denominado “informe final” continúa siendo la Biblia que las ONG políticas –y sus promotores y financistas dentro y fuera del país– citan como única referencia para establecer los hechos trágicos que sucedieron durante el período de terrorismo que vivió el Perú. Aunque la CVR –como toda la progresía– prefiera usar el eufemismo “violencia política” en vez de llamar a las cosas por su nombre: asonada terrorista desatada contra el Perú por Sendero Luminoso y el MRTA.

No obstante, la insidia de la CVR cae por su propio peso, desvirtuándose aceleradamente su prestigio, que jamás lo tuvo en la mayoría del país. Antes que reconciliar, aquel colegiado de ONG políticas sirvió principalmente para enaltecer la vanidad de ciertos simpatizantes de Sendero y el Mrta –infiltrados sibilinamente en la CVR, ente financiado por todos los peruanos–, rociándoles un aura de humanismo sobre esa gente que hoy funge de “interlocutor válido” para hablar de derechos humanos en el Perú. Pero esta falacia también está deshaciéndose para mostrar el verdadero rostro de aquellos representantes de ONG políticas, los ex miembros de la CVR. ¿Qué investigaron esos comisionados, si un humilde ciudadano como Edmundo Camana, único sobreviviente del genocidio senderista de Lucanamarca, nunca existió para ellos? Sólo usaron su fotografía para fines crematísticos. Porque Camana fue víctima de Sendero, no del Estado. Y ello no interesaba a la CVR. Por eso la CVR jamás puso su nombre en la lista de reparaciones para víctimas de la violencia.

Camana ha muerto a la edad de 57 años. Desde que en abril de 1983 fuera atacado por senderistas –lo machetearon en la nuca– ninguna ONG ni tampoco la CVR se acercaron a él para tomar su testimonio ni para ayudarlo por ser el único sobreviviente de una matanza ordenada por Abimael Guzmán Reynoso. Este campesino ha vivido un cuarto de siglo en el olvido. Pero la fotografía donde una tela cubría parte de su cara fue utilizada por las ONG y por la CVR para presentar –interesadamente– al Estado peruano como violador de los dd hh. Estamos pues ante un caso que pulveriza nuevamente la vigencia y la labor de la CVR. Una vez más lo que hicieron los comisionados –plasmado en su “informe final”– entra en cuestión: dividir a la sociedad en buenos –la elite de ONG políticamente correctas– y malos –el resto de 28 millones de peruanos–.

El Estado debería informar al mundo que la “Comisión de la Verdad” peruana –a la que hipócritamente se le sumó el vocablo “Reconciliación”– acabó corrompiéndose por influencia de las ONG políticas y, en consecuencia, no es un referente serio ni digno acerca de los dd hh en esta latitud de la Tierra. La catadura moral y el pasado político-ideológico de la mayoría de sus integrantes es un insulto a la verdad y a la responsabilidad intelectual que todo investigador escrupuloso debería practicar. Porque independencia, imparcialidad y profesionalismo son valores ausentes en el trabajo de la CVR peruana. El mártir Edmundo Camana y su dolor la han hecho explosionar, dejando al descubierto lo que siempre fue: la expresión de una elite del poder, de la cual se ufanan tanto las ONG políticas en el Perú.

EXPRESO

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