27.3.09

La patinada

Por: Jaime de Althaus G

Exceso de trabajo, afloramiento del inconsciente, vanidad omnímoda son algunas de las explicaciones que se han dado para el lapsus antidemocrático de Alan García de asegurar que puede evitar que sea presidente quien él no quisiera. En realidad, más que una amenaza real, aquel desliz ha sido, ante todo, un error político monumental inexplicable en un hombre de su experiencia y sagacidad.

Primero, porque resulta contraproducente: le regala una tribuna y una causa moral a quien presumiblemente quería impedir. Segundo, porque era el peor argumento posible ante el público de banqueros internacionales que tenía delante, pues si evitar que un candidato antisistema triunfe depende de alguna clase de manipulación del proceso electoral que se pueda hacer desde el poder, significa que la estabilidad del “sistema” es muy precaria y que no se sostiene a sí misma: una razón suficiente para no invertir en el Perú.

En realidad, lo único que ha logrado es despertar un fantasma que había casi desaparecido, pues las posibilidades de triunfo de un antisistema son casi nulas en el Perú de hoy. Para comenzar, la intención de voto por Humala ha bajado de 23% en enero del 2008 a 19% en marzo 2009 (Ipsos-Apoyo), pasando del primer al tercer lugar. En cambio han subido las de Keiko Fujimori (de 15% a 22% en ese lapso) y Alejandro Toledo (de 6% a 11%). Y en segunda vuelta Humala siempre pierde, sea con quien fuere. Ese es el principal seguro de la economía de mercado en el Perú: la segunda vuelta.

Pese a la crisis internacional, el Perú está ya embarcado en una dinámica de inversión, crecimiento y competitividad que moviliza a la mayor parte de las autoridades regionales y locales e incluye a cada vez más gente. Por primera vez en 100 años la brecha centralista tiende a reducirse y muchas ciudades del interior crecen más que la capital. Incluso la desigualdad entre los sectores A-B y D-E en Lima viene reduciéndose en los últimos 18 años (Encuestas NSE Apoyo). La única región que se queda rezagada es la sierra rural, que es la menos articulada al mercado y donde se aloja la pobreza más grave. Pero allí la responsabilidad principal es del Estado, que no ha sido capaz de integrar productivamente esas zonas ni brindar servicios mínimos. De eso debería preocuparse el presidente García, en lugar de alardear con una capacidad de orientar votos que, por lo demás, ya tampoco sería la misma que la que podía desplegar desde un Estado mucho más centralista e intervencionista como era el de 1989.

EL COMERCIO

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