24.3.09

Pistas sangrientas

Las autoridades se miran unas a otras pero nadie atina a poner coto al excesivo número de accidentes de tránsito con saldo fatal. Hoy el gremio periodístico está de duelo. Uno de sus jóvenes valores ha fallecido en una carretera. Que la partida del correcto profesional de la prensa Álvaro Ugaz sirva de punto de inflexión para un antes y un después en las vías del país.

Debemos comprometernos en una cruzada que haga tomar decisiones a los sectores del Estado que tienen que ver con la seguridad vial, en especial a los conductores, a fin de evitar que más personas mueran en un abrir y cerrar de ojos.

Obviamente que los accidentes siempre ocurrirán en cualquier latitud del mundo, pero ahora nosotros pasamos por una mala racha que en realidad no es otra cosa que una situación anormal de inseguridad. Ningún peatón –o incluso chofer– está libre de ser embestido por un vehículo como aquel tráiler que la semana pasada se empotró en una vivienda del distrito de Villa María del Triunfo, o el camión que en la carretera central ocasionó la muerte de un filántropo estadounidense y de su menor hijo.

Pero hay más hechos graves que lindan con lo increíble, como por ejemplo cuando en el distrito de Ate-Vitarte un sujeto beodo a bordo de un auto atropelló a una madre y al bebé que ésta llevaba en brazos, saliendo despedido el infante por el impacto e incrustándose en el parabrisas. Lo terrible es que el inhumano chofer, pese a esto, siguió manejando con la intención de darse a la fuga. Dicho sea de paso el aludido pequeño dejó de existir horas antes de la muerte del periodista Ugaz. No obstante, hay muchísimos casos que quedan en el anonimato. De modo que el problema va en aumento y hay que enfrentarlo.

Si bien son varias las causas de los siniestros en calles y carreteras del Perú, en cierto modo éstos pueden reducirse en la medida en que las autoridades procedan a la correcta revisión de la señalización o iluminación en las arterias urbanas e interprovinciales. Asimismo todos los vehículos, en particular los camiones pesados, deberían verificar el estado de sus luces y llantas. Pero lo más importante es que jamás los conductores deberían manejar con imprudencia. Y el mayor de todos los desatinos es tomar el volante en estado etílico.

Hace tiempo que el denominado “Plan de Tolerancia Cero” fracasó, de modo que el propio Ministerio de Transportes y Comunicaciones ahora pide auxilio ante su incapacidad de poner orden frente al caos reinante, y lo ha hecho al solicitar que el Congreso de la República facilite la creación de la Superintendencia de Accidentes de Tránsito. Sin embargo, a esta iniciativa hay que complementarla con una seria campaña por el respeto a la vida y por el castigo ejemplar a quienes mantengan su vehículo como ataúd rodante, y una campaña para hacer más drásticas las penas que se impongan a los que cometen accidentes. De lo contrario esa llamada Superintendencia –de crearse– hará agua al poco tiempo tal como ocurrió con el referido “plan de tolerancia”.

EXPRESO

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