23.3.09

Crónica de un robo anunciado

FALTA DE SEGURIDAD DEL MUSEO CHIRIBAYA ERA EVIDENTE

Por: Sonia Guillén Bioantropóloga

El domingo 15 de marzo unos delincuentes robaron 21 piezas del museo Chiribaya: cuatro ceramios y diecisiete textiles muy cotizados en el mercado ilícito de bienes culturales. Este museo se ubica en el distrito de El Algarrobal, en Ilo, un lugar donde como máximo diez personas pasan allí la noche mientras que en el Centro Mallqui se albergan más de 500 momias.

En la zona cuyo museo ha sido saqueado se desarrolló una de las sociedades precolombinas más singulares que mil años atrás conquistó el desierto haciéndolo altamente productivo al combinar los recursos del mar, la agricultura y la ganadería de camélidos. Mantuvieron un eje económico transversal con el Altiplano (aún hoy de gran potencial y promesa de desarrollo para toda la región).

El museo Chiribaya fue construido por el Concejo de El Algarrobal. Refleja o debería reflejar la simbiosis y colaboración entre la municipalidad —responsable por el local y su administración— y el manejo de los restos arqueológicos a cargo del Centro Mallqui, entidad privada dedicada a la investigación y la conservación arqueológica. Este centro es ampliamente reconocido y sirve como referente para el manejo de colecciones con momias. Una selección de estos materiales se exhibe en el museo Chiribaya.

La última ampliación del museo la auspició la región Moquegua. El edificio no reunía los criterios básicos para la conservación y la seguridad. Ilo contaba así con un museo moderno, actualizado y un atractivo para el uso local y de los visitantes, pero la seguridad era el punto débil. El municipio nunca la revisó ni mejoró y dejó al local apenas con un cerco de triplay y calaminas, en la parte posterior.

¿Cuánto se le puede exigir a un municipio para que se preocupe de su patrimonio? ¿Qué hacer cuando los arqueólogos y conservadores que reclaman son declarados personas contrarias al desarrollo y a las necesidades de la comunidad? ¿Con qué espíritu puede colaborarse con administraciones municipales que solo ven en el museo un recurso para las relaciones públicas?

¿Cómo confiar los museos a las cambiantes administraciones municipales, más aun cuando hay casos en que los mismos municipios destruyen sitios arqueológicos al desarrollar sus proyectos? No es necesario referirse a las múltiples denuncias de la actual alcaldesa ante la contraloría y el Ministerio Público. Todos son ingredientes por tomar en cuenta.

En la inauguración de la ampliación del museo, Cecilia Bákula, directora del Instituto Nacional de Cultura, con la visión de su experiencia, dijo que era demasiado museo para un pueblo ausente. Lástima que estuvo en lo cierto: ni el guardián de turno ni la policía pudieron impedir un robo que tal vez estaba anunciado por la evidente inseguridad del local.
EL COMERCIO

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