25.3.09

El envidioso

Por: Aberlado Sánchez León

Dicen que gozo con ese juego llamado palo ensebado. Que me regodeo viendo cómo, cuando intentan trepar, se resbalan. Que meto cabes. Que mi estómago se inflama cuando descubro el éxito ajeno, el amor entre las parejas, el reconocimiento intelectual. Dicen que el peor enemigo de un peruano es otro peruano. ¿Cómo puede existir un país con gente que se odia? ¿Unidos como un solo puño en defensa de la posición peruana en el tribunal de La Haya? Ojalá. Durante la Campaña de la Breña, en la Guerra del Pacífico, ya en tierra, no les daban armas a los campesinos, porque pensaban que las utilizarían contra los gamonales. Una versión andina del Acorazado Potemkin.

El caso que envuelve al jugador Claudio Pizarro ha devenido en una interpretación de nuestra idiosincrasia: los peruanos le tenemos envidia. Esa es la opinión de Juan Carlos Oblitas. ¿Pero cómo le podemos tener envidia si la mayoría de los peruanos no somos buenos futbolistas? Quizá el “Chorri” se la tenga a Solano o Waldir a Farfán. La envidia ocurre entre los del gremio. ¿Cómo tenerle envidia a Dionisio Romero? La envidia, esa ceniza que devora mi boca, se manifiesta entre iguales. Mi vecino, que gana como yo, se va un mes a Europa. Ese profesor tiene más simpatía con los alumnos que yo. Ese escritor ha ganado un premio en el extranjero. Uno se compara con sus pares y, cuando les va bien, se le despierta la envidia. Es espantoso. Me asfixia. Afea.

Los ricos son tan astutos que han proclamado una sospecha como si fuese verdad: el dinero no trae la felicidad. Con ese argumento reducen las expectativas y las eventuales envidias. ¿Pero quién le puede tener envidia a los hermanos Brescia? Son inasibles. Las envidias son mediocres, entre gente pálida, que se tasan día a día sus logros y sus fracasos. Ese pecado se expresa en la oficina. Es como el café, pasado infinidad de veces.

Los peruanos no le tenemos envidia a Claudio Pizarro. Que sea joven, guapo, adinerado, un artillero imparable, no llega a despertar envidia. ¿Le tenemos envidia a Sofía Mulanovich? Si fuese el caso, revelaría grandeza de espíritu. La envidia que me corroe se atasca en pequeñeces: hace que me arrastre. Y así no queremos ser los peruanos. Los peruanos también cantan en el arenal, se casan, bailan, brindan y trabajan duro como nos lo demuestra en su película la cineasta Claudia Llosa.

EL COMERCIO

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