27.3.09

Caníbales

“Lo malo del fanático es que constantemente está intentando convertir la creencia a la que tiene derecho a tener en un deber para los demás. Eso puede llevar a situaciones de enfrentamiento violento: en una misma sociedad puede haber posiciones diferentes, pero si cada una pretende convertirse en un deber para todos es inevitable el choque”.
Así reflexionaba el filósofo español Fernando Savater a propósito de su libro, “La vida eterna”, en el que enfoca el tema de la religión. Pero esos mismos conceptos pueden aplicarse perfectamente al canibalismo político y mediático desgraciadamente tan en boga en el Perú.

El canibalismo político parte de la incapacidad de la mayoría de los partidos para discutir con altura y con argumentos dirigidos a esclarecer los puntos de vista en vez de dedicarse a aplastar al contrario. Sus propuestas, si así se las puede llamar, no pasan por el pacto, el consenso o siquiera por el entendimiento. Están dedicados a objetivos inmediatos, obsesionados por obtener adhesiones y sus ideas las venden como enlatados, mientras más compactas mejor, mientras más simples, más fácil resulta su venta.


En cuanto a la prensa caviar, qué se puede decir que no haya sido expresado ya: está diseñada para enlodar. El marxismo en el que se ha formado, ideología con insondables reservas de rencor, convierte la crítica y el insulto hacia quienes no comparten su cosmovisión en, paradójicamente, un sustituto de la religión. Si no se está con ellos se es un hereje.

La racionalidad y la información veraz han quedado expulsadas de sus contenidos y se dedican a atizar el odio irracional con la insensata esperanza de capitalizarlo para reforzar su propia agenda, que no es otra que asentar su dominación política sobre el inestable fundamento de la confrontación permanente.

Para estos iluminados –que dicen representar a las mayorías pero en elecciones nunca obtienen más del 1% de los votos y a las manifestaciones que organizan convocan no más de cien personas–, adquieren brillo hechos irrelevantes como el Museo de la Memoria. O sacan partido de sucesos lamentables, como el fallecimiento de Edmundo Camaná, para insinuar que lo internaron en el Hospital Militar para asesinarlo.

Las encuestas muestran que las preocupaciones de la sociedad peruana están enfocadas en temas como el empleo, la salud y la inseguridad ciudadana. Pero estas urgencias no son compartidas por los que llevan en el alma el pensamiento único, descalifican al que piensa diferente e incentivan el odio. Se proclaman como auténticos representantes de la “sociedad civil” –que antes era llamada menos huachafamente “mayoría silenciosa”– y creen que la ciudadanía está políticamente lobotomizada y se la puede manipular.


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LA RAZON

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